Chicotazo donde más duele: ego vs. moral
Prometo solemnemente retar los dogmas, el statu quo.
María Fernanda García Sada
De formación religiosa en colegio católico, la asignatura llamada Educación de la Fe (lo más cercano que tenía disponible a la ética), si mal no recuerdo, la reprobaba en ocasiones. Debo de confesar que me aburría, no lo hacía por traviesa… bueno, también.
En aquellos años del quiquiriquí, los exámenes escritos de esta materia (lo que sea que eso haya significado), eran más fáciles contestarlos que ponerlos en práctica, pues no se comparaban con las ciencias exactas como la física o las matemáticas.
La moral está llena de matices al no ser absolutista.
Al pasar el tiempo, con tantita más experiencia y visión, la ética cobra mucha relevancia, desde el estudio de diversos pensadores hasta los sucesos personales, locales y mundiales. Es el aprendizaje más importante porque de ella emanan todas las acciones humanas y nuestra existencia depende de esta disciplina.
Muchos colegios no la imparten, otros la han eliminado de su plan educativo. ¿Por qué ha perdido importancia esta materia esencial, la más trascendental de la raza humana? Simplemente porque es infravalorada, ya que se puede avanzar en los estudios sin ella. La ética no se considera fundamental, cuando la realidad es que se convierte en la enseñanza más valiosa de la vida al formar personas.
No sabemos si algún día podremos alcanzar la sabiduría, pero sí es posible tener ética, la predisposición para hacer el bien con la ayuda del razonamiento.
Sin ahondar en todas las corrientes, la palabra griega ethos se refiere al estudio fundamentado racional, científica y teóricamente en los valores morales que guían el comportamiento humano dentro de la sociedad, mientras que la palabra morālis se refiere a las costumbres, tabúes, convenios y tradiciones: una guía práctica de normas como mandato.
En la filosofía se estudia y evalúa la teoría de las acciones correctas para el bien común. La ética y la moral en conjunto dan forma a las virtudes, altruismo, el carácter e identidad de una persona o comunidad. En la actualidad, ambas palabras suelen intercambiarse como sinónimos.
La ética se aplica en todas las áreas de nuestras vidas: empresarial, biomédica, ambientalista y social.
¿Cómo debemos actuar para tener una buena vida? No es fácil responder esta pregunta.
La moral cambia según el contexto sociocultural de la región y época en la que se practica. Es de suma importancia puntualizar: hacer lo correcto no necesariamente nos hace felices. Puede ser que, al decir una verdad, hiramos a alguien y destruya en consecuencia una relación, por ejemplo. Hay que escoger la batalla a pelear, generalmente es con uno mismo: ¿me callo para no herir o lo hablo y arriesgo sabiendo que va a doler?
Los filósofos han abordado este tema durante siglos.
Platón fue más allá con lo que ahora se le llama Metaética al preguntarse ¿qué es bueno? y ¿porqué debo ser una buena persona?
En suma, considera el deber ser, la suerte moral y la existencia o inexistencia del libre albedrío.
Conciliando la visión de Aristóteles que pone atención a la felicidad con la tradición judeocristiana que se enfoca en la rectitud, encuentro que la práctica y observación de los valores universales, absolutos e imperecederos con los que casi todas las culturas del mundo se pueden identificar como amor, compasión, respeto, tolerancia, compromiso, responsabilidad, libertad, justicia y verdad, sí pueden acercarnos más a la plenitud porque hay una naturalidad y proclividad del ser humano por la congruencia.
“Haced con los demás lo que queráis que hagan con vosotros en todo…”, aconseja el Evangelio de Mateo (7,12); es la famosa Regla de Oro en la que coinciden la mayoría de religiones y filosofías de todas las épocas. Claro que se refiere al mutuo respeto y cuidado por el otro, no me vengan con que también se puede referir a una sesión consensuada de tortura sadomasoquista a latigazos:
En resumidas cuentas, es mejor que nuestras acciones se apeguen a los mandamientos morales universales comprobados, por más pequeña que parezca la acción, no importa si impacta a una o a varias personas, el ser humano también se afectará a sí mismo. Lo que está mal, está pésimo y lo que está bien, es excelente.
- Sólo por principio, concordamos en que no debemos tomar nada que no nos pertenece, como coger sobres en una oficina, que, “Al cabo no se dan cuenta”; tomar un trabajo para el que no estamos capacitados sólo por cobrar (clásico de los todólogos) o no devolver una pluma que nos dieron para llenar un cuestionario (así sea de marca Bic y haya costado 5 pesos).
- Practicar la virtud de la honestidad es importante, como lo es la decencia: pagarle el seguro de gastos médicos a un empleado o liquidarlo bien después de años de servicio; no robarle la herencia a un pariente, ni los fondos a una institución o a inversionistas; no producir medicamentos patito, no vender ni comprar votos al engañar a los ciudadanos con falsas promesas, una coca y un lonche.
- No tirar basura en el suelo, ríos o mares; no colonizar ideológicamente ni adoctrinar a los menores como pretenden los actuales gobiernos del mundo; no poner químicos tóxicos (incluyendo azúcares refinados que causan cáncer y demencia) a los alimentos y artículos que consumimos, ni vender cigarros y alcohol a los menores (la verdad es que, aunque nos encanten estos productos, causan tantos problemas y daño, que ni siquiera deberían de existir, como es el caso de las otras drogas).
- No empujar agendas como la transgénero que polarizan y enloquecen, ni transexuales que mutilan, esterilizan y causan suicidios; no hacer los productos adictivos, incluso los videojuegos, casinos y redes sociales; no manipular o censurar la información, ni capitalizar sobre la ignorancia humana.
- No emitir críticas troll malintencionadas y malsanas a otro ser humano por hacer valer una opinión egocentrista sin conocer la verdad ni tener fundamentos como a menudo se hace en las redes sociales y en lives de YouTube. Esto no nos convierte en autoridades morales ni en mejores personas y habla más de un juicio obnubilado, incapacidad y/o maldad de uno que de los errores del otro; también no querer pedir disculpas por ego cuando uno ha errado. Al contrario, y como dice el gran psicólogo canadiense, el Dr. Jordan B.Peterson: ¡Venga! Me hago responsable porque “hay más en mí que la catástrofe”.
- No discriminar; no traficar con las personas; no desestabilizar a las sociedades; no hacer guerras por doquier; no querer hacerle la competencia a Dios (o como le llames a la bondad en tu credo)… es una interminable lista de etcéteras todas con la palabra “no” porque, al parecer, cada uno de nuestros sistemas están fallidos a causa de las malas acciones egocentristas que cometemos.
La bronca se complica aún más cuando y con una “falsa bandera de justicia” se arrolla a otro. Caso: la decisión de abortar un feto porque la mujer fue violada.
Se debe de tomar una postura, es imposible ser neutral y el resultado es irreversible.
Los principios éticos se convierten en ley, muestra son los 10 mandamientos cristianos, el Dharma hinduista y los principios budistas. Sin embargo, las industrias de la salud, las alimentarias, farmacéuticas, las estructuras políticas, económicas y educativas están enfermas de corrupción y avaricia. Hasta parecería que están en nuestra contra y lo más lastimoso es que están creadas por nosotros mismos.
Las damas y los caballeros se preocupan por la ética y la moralidad. No siempre lo somos. El mundo sería mejor si abrazáramos las virtudes.
Para mí es muy claro lo que debo hacer. Me puedo equivocar, pero todas mis decisiones son honestas (no me engaño intencionalmente ni a los demás) y están apegadas lo más posible al amor, incluso el propio, a la luz de la conciencia, a los valores que la mayoría de las religiones y filosofías coinciden en que son buenas, porque, cuando me alejo de todo eso, sufro.
Tenemos defectos, cometemos errores, somos imperfectos, sin embargo, lo principal es tratar de enmendar, esto es parte de la moralidad.
Hay veces que me voy como El Borras, luego me arrepiento por la inconciencia y pido disculpas. Agradezco enormemente a esos maestros que la vida pone en mi camino, con su perspectiva diferente, lejos de causarme ira, me ayudan a crecer, reflexionar.
Unos lo llamarán utilitarismo, otros intuición, sentido común o sabiduría interna. Lo cierto es que los valores mundiales conforman magníficas guías que han sobrevivido siglos, dominios geográficos y regímenes sociopolíticos.
Ojalá que se nos vuelva costumbre e identidad ser éticos y moralmente buenos, no por obligación, sino por devoción.