Por cierto...

Pobre democracia la nuestra

El actual gobierno tiene cuero de cocodrilo, incluido el corazón endurecido por rencores de 2006.

Dedicarse al servicio público y a la política como oficio de vida, implica tener dos cualidades: cuero duro y no ser rencoroso, ante la ausencia de una de ellas, el personaje se convierte en peligroso al alcanzar el poder.

El actual gobierno tiene cuero de cocodrilo, incluido el corazón endurecido por rencores de 2006.

La democracia es la construcción de consensos entre los diferentes, para lograrlo debe haber civilidad, tolerancia y moderación por las partes con desencuentros, sean éstos ideológicos, programáticos o simplemente de implementación en políticas públicas.

La democracia mexicana transitó del poder unipersonal a la moderación que reclama la participación democrática.

Lejos se ven Gustavo Díaz Ordaz y su absolutismo que le llevó a la masacre de 1968, nada diferente a las masacres presentes.

Los últimos vestigios de radicalismo gubernamental los vimos con Luis Echeverría y José López Portillo, en delante los gobernantes entendieron que era difícil amordazar a la opinión pública, a los medios y engañar a la gente.

En ese transitar del poder absoluto al poder distributivo en diversas fuerzas, la ruta no fue fácil, hubo de todo, excesos del poder, chantajes de medios y periodistas, empresarios cooptando gobiernos y hasta los poderes blandos como las iglesias, organismos patronales y ONG´s se convirtieron en sitios para el contubernio y los negocios oscuros, sin generalizar hubo excesos por algunos grupos.

Fueron tantos y tan evidentes en algunos casos, que la ciudadanía terminó por desconfiar de los gobiernos, los políticos y los comunicadores.

Se rompe el ciclo de la comunicación política, se pierde el principio de confiabilidad en los comunicadores como medios de denuncia, de difusión, como mediadores entre el gobierno y los gobernados.

La democracia no puede subsistir sin libertad de pensamiento y de expresión; los medios son canales de transmisión que deben recoger el sentir generalizado o mayoritario de una comunidad y plasmarlo, en ese momento se convierten en opinión pública.

En contraparte, el poder, sea político o de otra índole, debe ser receptivo a esa percepción que de ellos tiene la población.

En el siglo XXI, con la aparición de las redes sociales se democratiza la labor comunicativa, se llega a la oclocracia virtual en las redes sociales. Esto es aprovechado por tirios y troyanos.

El momento que vive la democracia en México es deprimente, el poder político está dispuesto a aniquilar los contrapesos. Aplica la mordaza y la presume. 

Atacar a los medios desde el poder no es un ejercicio democrático, es un acto de coerción y negación a la democracia. Si en el pasado hubo excesos por contubernios, hoy nos fuimos a 180 grados de distancia, los excesos se dan por represión, por abuso del poder, muy similar a lo vivido con Díaz Ordaz y Echeverría.

Mientras el gobierno insista en doblegar a los medios por la fuerza, la violencia y la dominación, será igual a quienes los acallaron con billetazos y componendas, no hay diferencia entre unos y otros.

Vivimos en una era de consensos, donde ceder no significa debilidad sino tolerancia y respeto. Así debe ser pues vivimos en diversidad, tanto cultural, musical, deportiva, como sexual, generacional e ideológica.

Pobre democracia la nuestra si seguimos con gobernantes dispuestos a divorciarse de la población, de cegar la realidad mediante arreglos o represión, dos caras del mismo mal.

Que el poder político azuce a un sector de la población contra los comunicadores es una mordaza.

¡Pobre pueblo y pobre democracia con gobiernos intolerantes!
Óscar Tamez

Expresidente de la Sociedad Nuevoleonesa de Historia, Geografía y Estadística. Ganador del “Premio Estatal de Periodismo 2008” al mejor editorialista del año; de la “Medalla Israel Cavazos Garza” a la investigación histórica. Desde hace 23 años es periodista, locutor, catedrático de varias universidades,  consultor político e investigador histórico. Miembro del Consejo Consultivo Externo de la Facultad de Comunicación de la UANL.