El cliché de la Participación Ciudadana
Nuestro lenguaje político, nuestra narrativa o el “cuento que nos contamos” a nosotros mismos en temas de política, está lleno de clichés, ideas y expresiones demasiado repetidas y acartonadas, frases hechas y sin raíz conceptual.
Hoy vamos a explorar un poco el cliché de la “participación ciudadana”.
¿Qué es? La idea de la participación ciudadana es muy antigua, casi tan antigua como la idea misma de la democracia (convertida en otro cliché hoy en día).
Pero para los griegos era cosa seria y bien entendida; tanto que las decisiones políticas se hacían deliberadamente en espacios públicos, en plazas y ágoras.
La participación ciudadana sirve (o debería servir) para descentralizar el poder sobre la toma de decisiones y la implementación de acciones de interés público; para que no sean solo asuntos de gobierno.
Además, la verdadera participación ciudadana lleva un importante componente de aprendizaje, porque entrena a los ciudadanos a pensar en conjunto, en comunidad, en función del bien común y no nada más en función de los intereses privados e individuales.
Así, mediante la participación ciudadana...
se forja la capacidad para la acción colectiva
Así, la participación ciudadana expresada como una acción colectiva, tiene dos formas: Una es la participación ciudadana orgánica y la otra es la inducida.
La participación ciudadana orgánica es la más pura, ya que surge de las entrañas de la sociedad misma.
Es incentivada por líderes auténticos que promueven una causa y que tienen gran poder de convocatoria por que no solo son carismáticos, sino que además apelan y despiertan el sentido común, dándole voz a las dolencias, derechos e intereses de los más vulnerables y olvidados.
Son grupos que por lo general actúan independientemente del gobierno y en ocasiones en oposición al gobierno.
CIUDADANÍA Y POLÍTICA
Por otra parte, la participación ciudadana inducida se refiere a una participación promovida por las acciones e intereses políticos del estado, se implementa mediante estructuras burocráticas o instituciones y se orienta hacia acciones que, por lo general, sirven a los intereses del gobierno; debemos recordar que no todas las acciones o iniciativas de gobierno para las que se convoca a la participación ciudadana son malas o contrarias al interés ciudadano.
Como tampoco todos los movimientos ciudadanos de carácter orgánico -por más auténticos que sean- resultan lo más conveniente para el bien común.
Un gobierno que no tiene poder de convocatoria para incentivar la participación ciudadana no puede gobernar; una ciudadanía que no participa, está renunciando al poder y cediendo las riendas que le otorga la democracia.
Por eso, y para no convertirnos en un rebaño de borregos, o en simples ratones seducidos o hechizados siguiendo al Flautista de Hamelin, debemos pensar en las relaciones entre la ciudadanía y el gobierno entre la sociedad y la política, en un acomodo mucho más equitativo, más selectivo e inteligente, como la norma de la expresión cívica y como eje de la democracia…