La próxima guerra
Por décadas se asumieron el hermano mayor de América. El imponer la ley Monroe. Freno para los gobiernos sociales. Viva el libre comercio. La democracia de los generales. La solvencia moral de un solo partido.
Latinoamérica y Brasil sojuzgada. Debajo del rio grande hasta la tierra del fuego.
Andrés Manuel rompió la inercia histórica. Bien jugado. Mal juzgado. Por humanidad Evo Morales, presidente de Bolivia, llegó a territorio nacional.
A gozar de la seguridad de estado. Para tranquilidad de su familia y de quienes si lo eligieron en las urnas.
Aclarada la marea, Evo Morales regresó a su país. A continuar su proceso político.
En el Perú actual, tierra mestiza como la mexicana, la intentona de golpe de estado del depuesto presidente Castillo. Disolvió primero el congreso y a los ministerios. Intentó imponer el toque de queda.
Castillo en maniobra absurda, de quienes llevan su proceso legal después de la detención por el ejército, acusa a encontrarse en drogado, en algún trago de agua.
Perú no es México, ni Bolivia. Eso debió entender Andrés Manuel, cuando en su prédica matutina, giró órdenes a la Cancillería, de traer sano y salvo a Castillo a territorio nacional.
Pasó por alto el pensamiento de su autonombrado mentor, Benito Juárez, al entrometerse en la vida interna de un país. Desplazó de inmediato la doctrina Estrada.
Tal vez, Andrés Manuel, en su lapsus de memoria, la figura de soldados de elite, irrumpiendo en Lima, rescatando a Castillo. Mientras los verdaderos dueños de Perú, la familia Fujimori, ese lastre de extrema derecha urbana, cerraba con sus vehículos particulares de gama alta, las calles del Consulado Mexicano.
Así que cerca está el conflicto, de pasar de una frase, a una acción militar.
Con el beneplácito de los importadores del crimen organizado. Perú, es zona de la cultivo y venta de la mejor cocaína del mundo.