Las marchas
Borrego dixit
Salvador Borrego, Ph. D.
La lucha por el poder, opus 3-73
XI-18-2022
Sin tu voz, que me diga mentiras,
mentiras divinas
soy la hoguera que no tiene fuego,
que no tiene vida...
Agustín Lara
Quienes saben de amores no se obsesionan con la verdad; un poco sí con la presencia y la disposición de ánimo. A veces juegan con inducir mentiras y disfrutarlas, como cuando preguntan ¿me extrañaste?
El amor, como la política, es un juego complejo; están llenos de fantasías y son amenazas constantes de frustraciones y de quedar atrapados y víctimas de la ridiculez, esa espada de Damocles que, como decía el sevillano Gustavo Adolfo Becker, pende siempre sobre nuestras cabezas.
En la política, como en el amor, muchas ridiculeces nos evitamos si desarrollamos la capacidad de saber perder y reconocerlo.
La mejor venganza de un despreciado, es cuando supera el descalabro y advertimos un dejo de añoranza en quien nos mandó a la chingada.
Pues bien, hoy le quiero dar a La Muchacha, la oportunidad de que nos mienta. Mañana le haré las siguientes dos preguntas:
- ¿Participó usted en la marcha del pasado 13 de noviembre, en defensa del INE?
- ¿Piensa usted participar en la marcha del próximo 27 de noviembre?
No les quiero adelantar vísperas, pero en todas las preguntas que tienen que ver con el “deber ser”, de los fifís en la primera pregunta y de los chairos en la segunda, un porcentaje alto responde en línea con el deber ser, aunque esté mintiendo.
De modo que no les extrañe si La Muchacha nos dice que el pasado domingo fueron 5 millones y que el 27 irán 20 millones a sobarle el chipote a AMLO.
La proporción que espero es de 4 a 1, porque por cada fifí hay cuatro chairos, más o menos ( o sea que para que la marcha del 27 iguale a la del 13, deberán marchar en apoyo a AMLO, al menos 5 millones, lo cual está carbón). Ya les diré el domingo lo que salga.
A decir verdad, como ya lo anticipamos, el campo de batalla previo a una elección, no está en las calles ni en las multitudes, sino en la mente de los mexicanos, donde podemos impactar en la divisa electoral fundamental: la intención de voto. Todo lo demás es propaganda, es hacerle al pendejo, pero es el juego que más disfruta nuestra clase política, para beneplácito de los propagandistas.