Sin democracia no hay integración
El presidente Andrés Manuel López Obrador propuso la integración de América de acuerdo con el modelo europeo, pero con la participación de todos los regímenes, sin importar si practican la democracia o protegen los derechos humanos.
Para formar parte de la UE un país debe cumplir con los requisitos fundamentales de tener un gobierno democrático y de libre mercado, además de respetar los derechos y libertades de los ciudadanos, sean de izquierda o de derecha, conservadores o neoliberales.
Todos deben observar valores democráticos y de derechos humanos para poder integrarse gradualmente:
Eliminar restricciones comerciales y de inversión, desarrollar una política agraria y comercial común, ejercer una política exterior y de seguridad común, mantener un área aduanera común, adoptar una moneda común, practicar la cooperación judicial y policial, permitir la libre circulación de personas, entre otras.
Solo a partir del ejercicio de la democracia y el respeto a los derechos humanos los Estados europeos se unen para establecer instituciones supranacionales, como lo es el poder Ejecutivo, la Comisión Europea; o el poder Legislativo, el Parlamento Europeo; entre otras instituciones democráticas, con sede en Bruselas.
Es tan importante el valor de la democracia para los europeos que solo aceptan negociar tratados de libre comercio y de cooperación política con los países democráticos, en los que se incluye forzosamente la cláusula democrática.
Así, la Unión Europea puso como condición a México incluir la cláusula democrática para suscribir en 1997 el Acuerdo de Asociación Económica, Concertación Política y Cooperación (Acuerdo Global), aún vigente, primer país latinoamericano en hacerlo.
Esto significa que, si México se convirtiera en un país autoritario, represor de los derechos políticos y sociales, la UE podría suspender el Acuerdo Global. O viceversa.
Bajo esta premisa, la propuesta de integración de todo el continente americano de López Obrador, que dijo va a proponer a Joe Biden en julio próximo, es inviable no solo por pasar por alto los derechos humanos y los valores democráticos, sino porque los esfuerzos regionales de integración han fracasado desde los años sesenta.
La Alianza para el Progreso, tan encomiada por AMLO, fue una iniciativa de John F. Kennedy para contener el comunismo, aprobada en 1961 en Punta del Este por todos los países miembros de la OEA, excepto Cuba.
“Esta Alianza se funda en el principio de que al amparo de la libertad y mediante las instituciones de la democracia representativa, es como mejor se satisfacen, entre otros anhelos, los de trabajo, techo y tierra, escuela y salud”, reza la Declaración a los Pueblos de América, aprobada con la única abstención de Cuba.
EL SUEÑO IRREALIZABLE DE BOLÍVAR
La integración latinoamericana, desde el Congreso Anfictiónico de Panamá, convocada por Bolívar en 1826, ha sido un fracaso porque no está cimentada en la compleja y diversa realidad política, económica y social de unos 34 países con intereses propios, y por el bajo comercio intrarregional imperante.
Los regímenes autoritarios no están dispuestos a ceder parte de su soberanía para lograr la integración. Los dictadores rechazan ser juzgados por privar de la libertad a sus ciudadanos. Quieren impunidad y por ello invocan la no intervención.
Seguimos arando en el mar. Sin democracia no hay integración.
Se reproduce texto publicado en Milenio, con autorización del autor.