Boletín de Plumas Azules: #04
III. La posición de Acción Nacional
Los barcos petroleros mexicanos fueron atacados y hundidos frente a la costa de Miami, Florida, hacia mediados de mayo de 1942, por un submarino de alguna de las potencias del Eje, se dijo siempre que de Alemania, no de Italia ni Japón.
Sin embargo, ya desde meses antes de este ataque, conocidos personeros de la izquierda oficialista mexicana (Lombardo, Bassols y varios diputados de esa misma tendencia), habían andado muy activos en plan de exigir que el gobierno mexicano declarara la guerra a los países que estaban enfrentando a la Unión Soviética.
En contraste, la posición del PAN al respecto fue de cordura y prudencia. Pero no omitió definir su posición ante aquel conflicto de alcances mundiales.
Lo hizo un mes antes del sorpresivo ataque japonés a la base naval estadounidense de Pearl Harbor, Hawai, ataque ocurrido el domingo 7 de diciembre de 1941, que hizo que EUA entrara a la guerra.
Bueno, pues la revista La Nación, órgano de difusión de Acción Nacional, en su número 4, de fecha 8 de noviembre de 1941, es decir, no sólo un mes antes del ataque japonés a EUA sino incluso un poco más de medio año antes del hundimiento de los barcos tanque mexicanos, incluyó en su columna institucional denominada Opinión, un significativo texto intitulado “La lección de las naciones menores”.
En ese escrito la revista, vale decir: el PAN, hizo referencia a la “crisis del estado actual de cosas existentes y a la guerra cruel que ahora se libra, (la cual) ha colocado a nuestro país, por la fuerza misma de los hechos y la interdependencia del género humano, en una de las encrucijadas más graves de su historia”.
Luego de hacer una serie de consideraciones y reflexiones sobre el grave problema de la guerra que afectaba en ese momento al mundo, por lo que hace a México planteó lo siguiente: “Si el dilema consistiera en estar con o contra losEstados Unidos, no podríamos optar por lo segundo. Sería una actitud suicida y, por lo mismo, criminal y antipatriota”.
Agregó asimismo: “Paz y amistad con sus vecinos, sobre bases de justicia y decoro, de mutuo respeto, es a lo que la Nación aspira. Amistad real, se entiende, no conveniencias y fórmulas que la simulen”.
Hundidos los barcos tanque mexicanos y conocida la noticia de que el 22 de mayo habría de sesionar el Consejo de Ministros para decidir si México declaraba o no la guerra a las potencias del Eje, el fundador y presidente del PAN, Manuel Gómez Morín, solicitó una entrevista al presidente Manuel Ávila Camacho, para darle a conocer la opinión de Acción Nacional en torno a tan grave asunto.
La audiencia se llevó a cabo el mismo 22 de mayo de 1942.
Los pormenores de esa reunión los conocemos por el extenso relato que de la misma le hizo en carta que cuatro días después le escribió Gómez Morin a Efraín González Luna, quien residía en Guadalajara (el texto de esta carta aparece publicado en el tomo I, pp 554-557, de Una amistad sin sombras. Correspondencia entre MGM y EGL, Fondo de Cultura Económica, 2010).
En esa carta, Gómez Morin le dice a González Luna que la entrevista fue “concedida inmediatamente que se pidió”.
Que lo acompañaron José Ma. Gurría Urgel, Gustavo Molina Font, Juan B. Amezcua y el secretario general del partido Roberto Cossío y Cosío, “por estar todos a la mano en el momento en que nos llamaron con urgencia”.
Le comunica que la entrevista, en su opinión, “fue más que cordial, patética” por la actitud de agobio que se notaba en el Presidente.
Le precisa que se entregó una nota a Ávila Camacho, en la que “brevemente quisimos consignar por escrito” las consideraciones y la opinión del PAN sobre el grave conflicto en que se encontraba el país.
Sobre esa nota, le dice también Gómez Morin: “procuraré que la comunicación que entregamos fuera redactada en la forma más obvia y que las consideraciones fundamentales hechas por nosotros en la entrevista no figuraron en esa comu- nicación para no restarle sencillez ni fuerza en su objeto principal”.
Sigue diciendo Gómez Morin que ese documento, del cual envió una copia a González Luna, “lo leyó (Ávila Camacho) con manifiesta emoción, muy lentamente. Nos dio las gracias y nos hizo una larga relación de hechos…".
La renuncia
Una de las relaciones humanas más compleja y difícil es la de un militante con su partido.
Entran en colisión los principios más relevantes de años de militancia) y el PAN (31 años).
En los dos casos lo hice con pasión y entrega.
El motivo de mi renuncia fue por algo muy elemental: no sentirme respetado en la posición que creía merecer y que fue otorgada a personas que ni remotamente acreditaban méritos para obtenerlas.
En el PAN (cuya historia podemos dividir en dos etapas: la de doctrinario y la de auténtico partido como opción de acceso al poder), por mi permanente crítica, elemento indispensable en toda tarea, se me han negado las oportunidades de servir desde hace 14 años.
Siempre he pensado que filosofar es una virtud.
Cuestionarse a uno mismo sin cesar, con permanente inconformismo, con todo el rigor del que uno pueda ser capaz.
Nunca descartar la posibilidad de desertar cuando la causa ha sido traicionada.
Manuel Gómez Morin, destacado mexicano del siglo XX, fue un ejemplo.
En 1927, renunció a la Junta Directiva del Banco de México, institución que él concibió, porque se estaban distorsionando sus fines, y en 1934, a la rectoría de la Universidad Nacional al percibir que su permanencia estaba dañando a esa casa de estudios.
En alguna de mis lecturas encontré un pensamiento fascinante: “Qué bellas son las llamaradas que se desprenden cuando uno quema sus naves.”
Cierto, pero también ese sentimiento de liberación genera un dolor al desprenderse de algo valioso.
Nunca desistí.
Puedo presumir de mis constantes “derrotas” postulándome una y otra vez a cargos de elección haciendo campañas en Tabasco y Chiapas en condiciones muy adversas, pregonando la doctrina panista y convocando a la participación responsable.
Ingenuamente creí que con la ineptitud y la corrupción de la anterior dirigencia habíamos tocado fondo. Nuevamente me equivoqué.
No hay ningún motivo para retomar la esperanza.
Quienes hoy están al frente del partido no tienen ni la convicción ni la voluntad ni el conocimiento para estar a la altura de lo que estos tiempos demandan.