Competitividad social: el reto del nuevo México

La competitividad social no es un enemigo de lo gubernamental, es un complemento.

La fortaleza de las naciones hoy en día se mide por el involucramiento de la sociedad, a través de sus organizaciones, asociaciones o grupos entorno a un propósito específico en lo que se refiere a la vida en común.

Paralelo a esto, se ha acuñado dentro de las ciencias sociales el término de gobernanza, el cual refiere a la habilidad de los gobiernos para articular las dinámicas y fuerzas sociales para procurar mejores estados de bienestar y atención a la problemática que se enfrenta.

Las épocas en donde el Estado era el responsable y encargado único de la atención de la problemática social quedó atrás; la complejidad de los problemas y la astringencia de los recursos y herramientas de las cuales se dispone, hace prácticamente imposible que sólo un agente pueda atender y resolver satisfactoriamente los retos, obstáculos y problemática que se enfrentan en estos tiempos.

No obstante, suele ser lugar común indicar que hoy día la sociedad al contar con mayores canales y herramientas de información se encuentra desencantada y defraudada de la política y los políticos, lo cual es cierto; sin embargo, ello no ha significado que tengamos una sociedad displicente y poco comprometida, por el contrario, hoy tenemos una sociedad muy activa y organizada alrededor de causas y propósitos muy identificables.

Sin embargo, en nuestro país se vive lo contrario: mientras en el mundo entero la integración económica, el intercambio de tecnología y el acceso a las redes sociales alientan y empujan la colaboración, la narrativa presidencial y el desmantelamiento de instituciones autónomas presentan un escenario donde se ha apostado a un estado interventor que todo lo ocupa y todo lo soluciona.

No obstante, su capacidad técnica y los recursos de los cuales dispone son limitados, amén de que se ha establecido un discurso que deplora y lamenta el activismo de la sociedad independientemente del cual sea su objetivo y propósito.

Continuar con esta tendencia, irremediablemente nos conducirá a un modelo de desarrollo insuficiente y que las futuras generaciones lamentarán. Una sociedad fuerte no es una sociedad enemiga del Estado, es una sociedad comprometida y responsable de su presente y futuro, para ello se requiere generar oportunidades, las cuales necesariamente atraviesan dos rutas la de una mejor educación, acorde con los retos del futuro, como intensos programas de emprendimiento que fomenten la creatividad y el desarrollo de nuevas oportunidades laborales.

El ímpetu social resulta ser una energía correctiva de las decisiones gubernamentales, no se trata de enaltecer la asertividad de los colectivos humanos, los cuales como todo grupo tienen intereses propios; sin embargo, frente a las decisiones gubernamentales suelen ser catalizadores y contienden en las arenas públicas por mejores condiciones de desarrollo e interactividad social.

La competitividad social no es un enemigo de lo gubernamental, es un complemento; su definición tienen que ver más con competencias (habilidades y posibilidades) que con reto o contienda.

Alberto Martínez Romero

Licenciado en Periodismo y Comunicación Colectiva por la UNAM. Tiene un MBA por la Universidad Tec Milenio y cuenta con dos especialidades, en Mercadotecnia y en periodismo de investigación por el Tec de Monterrey. Tiene diversas diplomaturas en Habilidades Gerenciales por la Universidad Iberoamericana y se ha especializado en Relaciones Públicas y Atención de Crisis en Comunicación. Ha sido reportero y editor en medios como Reforma y El Universal. Fue corresponsal en Centroamérica para Reforma y Notimex. Colaboró en la realización del libro “La Huelga del Fin del Mundo”, de Hortensia Moreno y Carlos Amador, primer libro que se escribió sobre la huelga estudiantil de 10 meses en la UNAM en 1999.