Sheinbaum, el poder prestado. 2
La verdadera fuerza de la presidenta Claudia Sheinbaum quedó evidenciada en la elección de la ombudsperson nacional, al ser aplastada por los senadores de su partido.
Ninguno de los senadores morenistas votó por Nashieli Ramírez, la defensora de los derechos humanos que intentó impulsar la doctora Sheinbaum, pues acataron la orden de López Obrador de reelegir a Rosario Piedra.
En plena sesión, al primer minuto de ese día, los senadores de Morena, PT y Verde se pusieron de pie para cantarle las mañanitas a Andrés Manuel López Obrador, era su cumpleaños.
Acto seguido corearon la consigna de “es un honor estar con Obrador”, y procedieron a darle su voto a la persona peor calificada de las quince finalistas para ocupar la presidencia de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.
La semana pasada, por instrucciones de Adán Augusto López, se incluyó en la terna de finalistas a Piedra, que no estaba entre las tres porque no calificó para ello
Javier Corral, presidente de la Comisión de Justicia, hizo maromas para justificar la inclusión de una persona descalificada en el proceso de selección.
Argumentaron razones de cortesía para ponerla en la terna, y Corral anunció que no votaría por Rosario Piedra.
Todos se doblaron a la voluntad de quien, en los hechos, sigue siendo el presidente
López Obrador transmitió sus indicaciones a través del senador Alejandro Esquer, exsecretario particular de AMLO y vicepresidente de la República en funciones en la sesión de ayer.
Claudia Sheinbaum fue humillada, lo que poco nos importaría si no fuera porque lleva la banda tricolor pues se trata de la presidenta constitucional.
Por lo visto, no le importa, o lo simula de maravilla: ayer le restó importancia a su papel de observadora inanimada de las maniobras del expresidente y sus operadores que pusieron a Piedra Ibarra en la CNDH.
A mayor desdoro, en ‘la mañanera del pueblo' también se sumó a las felicitaciones de cumpleaños al cacique que horas antes la había relegado como actriz de reparto en la película de terror que vive el país.
La Presidenta tiene un margen de acción que le es conferido por López Obrador:
- Atacar a opositores.
- Sacar adelante la agenda obradorista.
- Cuidarle las espaldas de Estados Unidos.
Hay varias conclusiones después de lo sucedido en la Cámara de Senadores:
- La primera es que la Comisión Nacional de los Derechos Humanos está muerta.
- Reeligieron en el cargo a quien ha tenido una actitud servil al poder presidencial en los años de mayores asesinatos, desapariciones y atropellos a los derechos ciudadanos de parte del gobierno.
- Piedra presentó una carta falsificada para apuntalar sus expectativas, que habría sido enviada en respaldo suyo por el obispo emérito de Saltillo, Raúl Vera. Fue falsa, apócrifa, y los morenistas, verdes y petistas la reeligieron en el cargo.
- Otra conclusión es que para acordar temas importantes que impliquen decisiones políticas en las cámaras, es un error acudir a Palacio Nacional.
- Hay que buscar la bendición de López Obrador a través de Alejandro Esquer, el vicepresidente de la República en los hechos, para alcanzar lo que se aspira a tener.
Desde luego los méritos no valen, como erróneamente había ponderado la doctora Sheinbaum y los encargados de evaluar los perfiles de las candidatas a encabezar la CNDH, al inclinarse por Nashieli Ramírez como la mejor opción.
Importa la lealtad. La lealtad a López Obrador
La Presidenta constitucional no tiene un equipo de trabajo propio a su alrededor. En última instancia, los morenistas del gabinete legal y ampliado no responden a ella sino al expresidente.
Epigmenio Ibarra, Jesús Ramírez Cuevas, Pedro Miguel y el monero Hernández, entre otros propagandistas y operadores en medios de comunicación, están prestados por López Obrador a Sheinbaum.
Se los va a quitar cuando él lo decida
También los senadores, diputados y gran parte de los integrantes del gabinete son prestados.
Y por último, al tener en su mano la mayoría calificada en el Congreso –que le regalaron consejeros del INE y magistrados del TEPJF–, López Obrador puede quitar a la presidenta constitucional cuando así lo considere. Y regresar a Palacio entre los vítores de su servidumbre política.
Sheinbaum parece estar consciente de cuál es su papel, y por lo visto no le desagrada.
‘Regresa en dos años', titulé mi anterior columna. En eso andamos.