Consumos compulsivos
Con el título de “La adicción de la que nadie habla” circuló en fechas recientes una publicación de Instagram que puede buscarse en el perfil de @club_deletras en el que justamente se describen, de forma muy didáctica, algunas de estas conductas obsesivo-compulsivas que están generando daños similares a los de las adicciones.
Durante la pandemia, sobre todo en los tiempos del aislamiento social extremo y los encierros, se incrementaron este tipo de conductas patológicas, cuyo recuento de daños estamos observando justo en este momento post-pandémico en el que, como mencionamos la semana pasada:
La salud mental ha pasado a jugar un rol muy importante.
Aunque algunos autores las consideran como adicciones, aún no existe evidencia científica que así las clasifique, por lo que están siendo tratadas como conductas obsesivo-compulsivas.
Existen datos que indican que durante la época de mayores contagios y muertes por Covid-19 en la que la gente pasó largos periodos de tiempo en sus casas, se incrementaron los consumos de televisión y aplicaciones de streaming, pornografía, comida, redes sociales, aplicaciones de teléfonos celulares, compras en línea y violencia intrafamiliar, agravadas por las adicciones al alcohol, a las drogas, a las apuestas y a los videojuegos.
En el caso de la comida, aun y cuando existen hipótesis de que el azúcar es una sustancia muy adictiva, la realidad es que no existe su clasificación como adicción y se tratan como trastornos de la conducta alimentaria, dentro de los que destacan la anorexia, la bulimia y la comida compulsiva, en los que los carbohidratos, las grasas y otros alimentos, generan efectos “muy agradables” en los neurotransmisores como la dopamina, denominada la sustancia del placer.
Igual sucede en muchas de estas conductas obsesivo-compulsivas en las que se busca un falso estado de placer que libere el estrés con el que mucha gente vive en la actualidad, aunque paradójicamente, esta búsqueda externa termina causando muchos daños a quienes las practican, como sucede con todas las adicciones.
Lo que ocurre es que estas actividades efectivamente estimulan al cerebro con la generación de los neurotransmisores que causan placer, felicidad, sentimientos de bienestar y de vitalidad, como son la dopamina, la serotonina, la oxitocina, la adrenalina y otros que momentáneamente ocasionan sensaciones positivas que paulatinamente van haciendo que la persona se “enganche” al sentirse bien, por lo que puede convertirse en un consumidor patológico de todas estas conductas aparentemente agradables por algunos periodos.
De esta manera, vemos cómo una persona puede pasar horas completas en sus redes sociales, en aplicaciones digitales o expuesto a imágenes que estimulan su cerebro, igual que las personas que disfrutan estar comprando en línea todo lo que se encuentran, aunque no lo necesiten.
En las pláticas donde hablamos de adicciones, cada vez es más normal que surjan dudas sobre estas actividades, por lo que valdría la pena que hiciéramos consciencia de que sí pueden llegar a ser nocivas.
Cuando me preguntan cómo identificarlas, les resumo en dos factores que pueden hacer que sospechemos que ya están presentando problemas: la pérdida de control, así como de la voluntad para evitar la conducta y, las consecuencias que el hacerlo le está ocasionando a la persona y su entorno.
En caso de observar alguna de estas características, quizás sea un buen momento de pedir ayuda y de buscar a un especialista.