El verdadero traidor a la patria
López Obrador acostumbra poner en el paredón de fusilamiento a todos los que no coinciden con su régimen.
Sus delirios lo hacen ver, en cada adversario, a un Maximiliano de Habsburgo que merece ser fusilado por usurpar la soberanía nacional.
El fin de semana, desde Nayarit, catalogó como traidores a la patria a los reaccionarios que defienden a las empresas extranjeras en lugar de apoyar a Pemex y a la CFE.
Inventa que Estados Unidos pretende controlar la energía eléctrica y apropiarse del petróleo para ocultar la verdad: AMLO quiere a todos fuera del sector energético para que él, su gobierno y familia puedan quedarse con el negocio.
Para López Obrador el petróleo, la electricidad y la minería no son un asunto de soberanía, sino de dinero para seguir patrocinando a su clientela política y preservarse, de una u otra manera, en el poder.
El presidente utiliza la propaganda como cortina negra, como artificio para ocultar los manejos turbios que hay en los sótanos del régimen. Culpa a otros de ser traidores a la patria cuando el principal felón es él.
Porfirio Muñoz Ledo ha denunciado cuando menos en dos ocasiones los vínculos de López Obrador con el crimen organizado.
Lo dijo al presentar la fundación Nueva República y también en una plenaria de COPPPAL:
“El presidente piensa que puede heredar su asociación con los delincuentes y que eso le otorga más poder”.
López Obrador quiere hacer ver a Muñoz Ledo como un demenciado para restarle autoridad, pero son aseveraciones que vienen de uno de los reformadores del Estado mexicano más importantes.
La Comisión de la Verdad que propone el ex fundador del PRD para saber hasta donde llega la complicidad de López con la mafia, debería convertirse en un tribunal público.
Los mexicanos merecemos saber si la presidencia está hoy en manos de un narco.
Si así es, entonces México se encuentra ante una crisis institucional jamás nunca vista.
Significa que el poder de López Obrador está cimentado en el dinero de la droga, que ha puesto las instituciones del país al servicio del crimen y que las redes del tráfico de drogas lo protegen.
Significa que en Palacio Nacional hay un señor que gobierna para beneficiar a los criminales y que eso explica la entrega –cada vez mayor– de soberanía territorial a los cárteles.
Y significa sobre todo una crisis de Estado de enormes dimensiones. Que México ya no es un Estado soberano –y no por culpa de las empresas extranjeras–, sino porque el inquilino de Palacio Nacional ha puesto de rodillas al país ante la delincuencia para que sostenga su régimen.
Esto y no otra cosa es violar la soberanía de la nación. Esto sí es traición a la patria. No las acusaciones domingueras y estribillos moralinos que lanza al aire para aterrorizar a sus adversarios.
Se debe y mucho, dar importancia a las denuncias de Porfirio Muñoz Ledo.
López lo quiere hacer ver como un político demenciado para restarte autoridad, pero son aseveraciones del ex Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados que le entregó la banda presidencial, que lo creyó un demócrata y ahora lo ve sirviendo a intereses inconfesables.
La viabilidad y el futuro de la democracia mexicana depende de conocer un dato fundamental: