Por cierto...

Interpretar las leyes, el principio del mal

Oscar Tamez DETONA: La corrupción acreditada al poder judicial es cierta en parte, pero debemos diferenciar las formas y tipos de ilegalidad. El origen de las irregularidades está en la necesidad de interpretar las leyes por parte de los diferentes poderes.
(NOTA DEL EDITOR: Felicidades a Oscar Tamez por ser hoy Día del Historiador).

El poder judicial tiene corrupción administrativa, esto se observa en el nepotismo predominante.

Existe también la corrupción que a todos lacera, la de impartición de justicia.

Sobre esta forma de irregularidad no siempre son culpables los miembros del poder judicial, llámense jueces, magistrados o ministros de la corte pues deben “interpretar” las leyes y la misma Constitución.

La corrupción surgida por la “interpretación” en las leyes es la que más mancha al poder judicial y por tanto afecta al pueblo; de ésta, los responsables se encuentran en el poder legislativo.

Veamos ejemplos:

En materia electoral, es impensable que un mismo acto denunciado, con las mismas pruebas, alegatos y elementos dentro del litigio, tenga diferentes interpretaciones, tanto que algunas terminan siendo resolutivos alejados de la legalidad y contradictorios entre los niveles de autoridad.

La razón de esto se encuentra en los textos constitucional y de las leyes secundarias.

Al ser redacciones ambiguas, opacas, imprecisas, farragosas o contradictorias se presenta la necesidad de “interpretar” lo que algún texto legal pretende decir.

Recordemos la elección 2023-2024

Casi todos los partidos políticos violaron la Constitución y el texto legislativo electoral.

En una “interpretación” turbia, la autoridad electoral determinó que los meses de precampaña anticipada y los millones de pesos ejercidos, no eran ilegales.

La “interpretación” provocó la percepción de corrupción ante una actividad ilícita que fue legalizada.

Si entendemos por corrupción en el poder judicial muchas de las decisiones contradictorias o simplemente alejadas del sentido común que emite este poder; entonces el origen de toda la corrupción está en el poder legislativo, en las leyes aprobadas por los diputados y es ahí donde deberíamos centrar el interés.

Las personas estamos obligados a cumplir la ley, el desconocimiento de ella no exime de responsabilidades, así, en un pueblo donde más del 14% no tiene educación básica concluida, otro 60% apenas tiene estudios medios y que además, los egresados de educación superior tenemos un deficiente grado de comprensión lectora; entonces estamos frente a una contradicción peligrosa.

Los ciudadanos no comprendemos las leyes o peor aún, no las conocemos; las leyes no cumplen con dos principios básicos:

Que surjan en base a la justicia y que sean comprensibles para la población donde tendrán efecto.

Pueblo sin formación para comprender los textos, leyes fuera de la lógica de lo que sería el bien común en una sociedad y ambiguas o confusas

Tenemos la tormenta perfecta para la corrupción.

En su ámbito de impacto, los diversos poderes pueden interpretar las leyes a conveniencia y esto es fertilizante para la corrupción.

  • ¿Es legal exigir a los ciudadanos que cumplan con las leyes cuando en su mayoría son dispersas o contradictorias?
  • ¿Cómo ser culpable de violar una ley cuando ésta debe ser “interpretada” por lo más selecto de los expertos juristas?

La reforma al poder judicial no resuelve la corrupción en la administración e impartición de justicia. Estamos colocando pintura a la grieta en la pared de la casa.

El mal se ataca de raíz y ésta es profunda en el poder legislativo con sus vicios al momento de hacer reformas y leyes en México.
Óscar Tamez

Expresidente de la Sociedad Nuevoleonesa de Historia, Geografía y Estadística. Ganador del “Premio Estatal de Periodismo 2008” al mejor editorialista del año; de la “Medalla Israel Cavazos Garza” a la investigación histórica. Desde hace 23 años es periodista, locutor, catedrático de varias universidades,  consultor político e investigador histórico. Miembro del Consejo Consultivo Externo de la Facultad de Comunicación de la UANL.