Los incentivos no restauran el estado de derecho
Por más que se le dio el beneficio de la duda a la nueva administración, para pensar que iban a hacer bien las cosas, y corregir el rumbo que el ex presidente López le imprimió al País en el último mes de su mandato, aprovechando la mayoría calificada en el Poder Legislativo, los postulados y las acciones de la nueva administración, se encargan de poner en evidencia que han continuado y profundizado con el desmantelamiento del Estado de Derecho en el País.
Definitivamente, al seguir modificando la Constitución a ritmo acelerado, demuestran no se dan cuenta del daño que le siguen haciendo a la confianza de los inversionistas, tanto nacionales como extranjeros, al seguir dinamitando el Estado de Derecho y desmantelando contrapesos al Poder Ejecutivo, eliminando órganos autónomos que abonan más a la opacidad, a la falta de transparencia y al poder sin contrapesos.
Por ejemplo, la reciente reforma a los supuestos de la prisión preventiva oficiosa, que con una simple sospecha la autoridad puede privar de la libertad a cualquier empresario, de ninguna manera puede ser nulificada con algún “estimulo” gubernamental, como si ofreciendo celdas Vip, con agua caliente, amenidades y buena comida, la prisión preventiva no importara, amén de que en el inter te pueden rematar tus bienes, aún sin ser declarado culpable, gracias a la Ley de Extinción de Dominio, y si al final de cuentas resultas inocente, todo lo que recibes, es un “Usted disculpe”.
Por otro lado, el gobierno, en su papel de rector de la economía, sin duda puede intentar promover la actividad económica en zonas o regiones menos desarrolladas, a pesar de que la escasa disponibilidad de insumos haga más costoso y más complicado operar ahí, pero si no respetan ni mantienen los estímulos previamente otorgados, como fue el caso de la cancelación de las Zonas Económicas Especiales que la administración de Peña Nieto había decretado desde 2015 y fueron canceladas por López Obrador, la volatilidad y fragilidad que tiene estas disposiciones gubernamentales, hacen más difícil que puedan ser un medio efectivo para reconducir la inversión privada.
Si la científica supiera algo de Economía, sabría que los problemas básicos de Qué, Cómo y Para Quien producir, en una Economía de libre mercado, se contestan así, se produce lo que la gente demanda, al menor costo posible, y para quienes tienen dinero para pagar, mientras la libre competencia se encarga de que quienes produzcan, sean los más eficientes.
El corolario de esta realidad, es que si el gobierno pretende alterar la toma de decisiones de los inversionistas, para que produzcan donde les es más caro y complicado, y lejos de sus mercados, eso solo lo puede lograr a un “costo”, otorgando beneficios y estímulos económicos y fiscales que compensen al inversionista y le proporcionen un beneficio adicional, ya que ellos no son “hermanitas de la caridad” y su objetivo es la generación de utilidades.
Ante una realidad de astringencia financiera, con unas finanzas públicas quebradas, que para operar ocupan contratar deuda nueva por el equivalente al 40% del gasto, es poco creíble que este objetivo se pueda conseguir.
Por otro lado, esta administración supone que conoce la solución al problema de la movilidad en las principales ciudades del País, y se aventura a invertir recursos que no tiene, en diseñar y fabricar un mini auto eléctrico, cuando la inmensa mayoría de los trabajadores, principalmente los que laboran en la economía informal, a lo que aspiran es a contar con un transporte público económico y eficiente, y no a adquirir un automóvil barato, ya que para eso, un auto usado es mucho más accesible.
Sin duda, es más imperiosa la necesidad, por ejemplo, de proporcionar medicinas a la población, sin embargo, se desvían recursos públicos escasos a fines sub óptimos, o peor aún, a fines políticos, como ha sido el sello de la 4T, ya que el beneficio electoral es más valioso para los gobiernos populistas, que la satisfacción de necesidades básicas como la seguridad, la salud y la educación.
Finalmente, plantear como objetivo que México se ubique entre las principales 10 economías del mundo, es simplemente pura demagogia, engaña bobos, ya que el tamaño del territorio y la población son variables que inciden en este resultado, y México es el número 11 del mundo en población y el décimo cuarto en extensión territorial.
Fugazmente, durante la pasada administración, y gracias a la revaluación de nuestra moneda, que pasó de más de $21 pesos por dólar durante la pandemia, a menos de $17 pesos en 2023, el PIB medido en dólares aumentó, a pesar de que en pesos casi no creció, y gracias a esta coyuntura, el PIB de México superó al de España, lo cual se festinó y celebró ampliamente, sin considerar que allá son 42 millones de españoles, un tercio de la población mexicana, en un territorio de solo el 25% del que tiene México, por lo que solo engañan al pueblo bueno y NO tan sabio.
En fin, el Plan México presentado por la nueva administración, no representa un programa económico viable, que pueda cambiar la tendencia decreciente de la economía mexicana, y cuya perspectiva para este año, es de un crecimiento económico casi nulo, con riesgo incluso de entrar en recesión, aún antes de la llegada de Trump a la Casa Blanca, elemento disruptivo y fuera del control de la 4T, que seguramente sería otro “anillo al dedo” para justificar los malos resultados económicos.
La fuerte caída del empleo formal el pasado mes de diciembre, de proporciones preocupantes, junto también con la “huida” de patrones afiliados al IMSS, que se dieron de baja el año pasado, la cual no tiene nada de “estacional”, es un signo inequívoco de la mala marcha de la economía, que avanza hacia el crecimiento nulo, antesala de la recesión económica.
En un escenario recesivo, la recaudación tributaria, principal fuente de financiamiento del gasto público, sería inferior a la esperada, agravando el déficit y los problemas financieros del gobierno federal, lo que aumentaría el riesgo de perder el grado de inversión, y caería la noche muy temprano para el segundo sótano.