Robo sin violencia
Anoche me robaron mi celular, tarjetas de crédito y el DNI (Documento Nacional de Identidad) que apenas hace un mes tramité ante las autoridades de la Madre Patria.
Sin que me diera cuenta, una mano sigilosa amante de lo ajeno, me sacó de la bolsa del pantalón mi vida entera.
Y como el celular lo traía en una funda tipo portafolios para no cargar billetera, desapareció todo de volón pin pon.
Estaba en un bar bullicioso con la música a todo volumen.
Todos gritaban, mejor dicho, gritábamos para escucharnos.
Estaba requetecontento, conversando con los parroquianos, agarrando el pedo con ginebra.
Era una noche de viernes repleta de gente. Los madrileños son muy desvelados y fiesteros.
Me regresé caminando a mi casa como a las 3 de la madrugada, arropado por una noche cálida bien bonita.
Y, oh sorpresa, apenas llegué, advertí la despelucada que me dieron.
No lo podía creer. Me dio el soponcio, el patatús, el telele, un síncope.
Pensé en las aplicaciones bancarias, en los usuarios y las contraseñas que no recuerdo, en mis contactos.
Se me vino el mundo encima junto con la Vía Láctea. Estaba en shock.
No podía hablarle a nadie, no tenía los teléfonos de los bancos.
A las 3 de la madrugada se me cortó el pedo, aunque la cruda espantosa se hizo presente por la mañana.
No dormí de la preocupación, me puse a buscar los teléfonos en mi laptop; nunca salgo sin ella.
Siempre que viajo, dejo una tarjeta de crédito y una de débito en el hotel o donde quiera que me encuentre, por si las moscas.
Y me dije a mí mismo: no todo está perdido, intenta dormir un rato y mañana te vas a El Corte Inglés y te compras otro Samsung.
A las 11 de la mañana ya tenía celular e inmediatamente contacté a los bancos.
Sólo me contestó American Express, los demás estaban dormidos en sus laureles, junto con Telcel.
Ha sido un día perfectamente horrible y la diferencia de horarios empeoró las cosas.
Encima, Telcel no me puede mandar el chip con mi mismo número hasta que vaya personalmente a sus centros de atención en México.
La bronca es que me regreso hasta diciembre, eh ahí el conflicto.
Carlos Slim debería abrir una sucursal Telcel acá.
Mientras tanto, traeré un número español. Si alguien me quiere contactar, búsqueme por WhatsApp, Facebook o Instagram (por fortuna, los tengo cargados en mi laptop).
Que me sirva de experiencia. No puede ser que la vida de uno dependa tanto del teléfono inteligente.
Para empezar, memorizaré algunos números telefónicos.
De hoy en adelante intentaré vincular el mundo digital con el analógico; seré más precavido y menos celularizado.
Y mucho ojo con las ratas inmundas de todo el orbe, sólo están esperando que uno se distraiga tantito para meter mano.