Un esfuerzo común
En varias ocasiones y en varios foros, hemos expresado la importancia de implementar programas y políticas públicas de prevención al consumo de drogas y contra las adicciones, en los diferentes niveles de gobierno, lo cual es una tarea prioritaria en nuestra realidad como país ya que las cifras de consumidores siguen al alza.
Es una verdad innegable que, tras la pandemia y el encierro en muchas personas de casi dos años en los que sus actividades de todo tipo se vieron afectadas, el consumo de sustancias y la realización de conductas adictivas subió, además de los diversos padecimientos mentales que llegaron de la mano del virus.
Tan solo en el área metropolitana de Monterrey se tienen registros de cerca de 500 mil consumidores de drogas...
...sin contar alcohol ni tabaco y sin registrar adicciones conductuales como las apuestas, los videojuegos y otras que están surgiendo, con todo y las consecuencias y daños que esto trae a nuestras comunidades.
Algunos temas como el debate público sobre la despenalización y regulación del uso de la marihuana, por supuesto han disparado el consumo de esta droga, a pesar de las discusiones entre quienes dicen que causa o que no causa adicción.
Entre las drogas, el abuso y la dependencia del alcohol sigue siendo el de mayor prevalencia entre la población, aunque hablar de otras sustancias tóxicas y sintéticas es lo que la población piensa que es lo que debemos combatir exclusivamente, cuando en realidad es un tema que debe abordarse de manera integral.
Hay que reconocer que existen esfuerzos incipientes para combatir este delicado tema de salud pública, con un alto impacto también en asuntos de seguridad puesto que:
A mayor demanda, mayor venta y sus consecuencias que eso tiene en la industria de los estupefacientes y la delincuencia organizada.
Aún así, los esfuerzos aislados entre municipios, estados y la federación, para hablar de los tres niveles de gobierno, así como los que realiza el sector privado, son insuficientes y aparentemente están desarticulados, lo que provoca que estas acciones tengan un impacto mucho menor de lo que se estaría buscando.
A nivel federal, desde que inició la actual gestión del gobierno, se concentraron los esfuerzos en el programa “Juntos por la Paz” coordinado por la Secretaría de Salud a través de la CONADIC, lo que muchos vimos con muy buenos ojos, en primer lugar porque planteaba una política horizontal para integrar diversas áreas de las estructuras gubernamentales y, sobre todo, porque cambiaba el enfoque del abordaje para darle prioridad a la reconstrucción del tejido social, la recomposición de comunidades deterioradas y la prevención a diversos niveles.
Si bien seguramente ha habido avances en este programa que, lamentablemente se vio rebasado también por la pandemia, cuando los recursos se destinaron a las acciones contra el Covid-19, la realidad es que estas líneas de acción no han bajado a los otros niveles de gobierno, lo cual debería ser un esfuerzo común para abordar de mejor forma el asunto.
En una exploración rápida que hicimos en algunas zonas del país, encontramos que hay gobiernos estatales y municipales que no tienen un programa claro contra las adicciones, por supuesto que no han tropicalizado el federal siquiera y carecen incluso de los aspectos programáticos que les permitan jalar recursos para el combate.
Algunos otros tienen estructuras presupuestales e incluso burocrática, seguramente heredadas de hace un par de décadas, pero sus programas no son prioritarios en los planes de desarrollo.
Unos más llegan con toda la intención de generar políticas públicas y comienzan prácticamente de ceros, sin revisar lo que existe a nivel federal o en administraciones pasadas, lo cual además de ser tiempo que se usa en arrastrar el lápiz en lugar de irse a trabajar al campo ya con acciones concretas, por lo cual la efectividad es muy reducida y seguramente pronto llegará otra época electoral, cambio de mandos y los programas que deberían ser prioritarios, se quedan en buenos deseos.
Si ampliamos nuestro análisis al sector privado o académico vemos que, desafortunadamente sigue siendo un estigma y un tabú abordar estos temas, primero negando o minimizando el problema real y segundo porque no existe interés de querer abordarlo.
Y así, mientras los gobiernos diseñan nuevos programas sin ponerse de acuerdo, las universidades están negadas a que exista el problema y las empresas no ven como prioritario su abordaje, el consumo de drogas crece, igual que las conductas adictivas.
Lo hemos dicho muchas veces, hacer prevención es mucho más allá de sacar campañas de difusión, dar platicas de información o talleres de educación, tener programas de habilidades para la vida y todas las herramientas que ya se usan de manera aislada y desarticulada.