Y efectivamente, se fue de nalgas la estatua de AMLO
La lógica política es muy cabrona e implacable. Siempre se impone, aunque por tantas distorsiones muchas veces toma mucho tiempo en mostrar su contundencia.
Duró erguida apenas dos días el adefesio escultórico dedicado a honrar la estulticia de AMLO. Y apenas un día antes, o quizá ocurrió el mismo día, les anticipé que eso ocurriría; fue en mi dixit de ayer:
“Ya hasta se anda mandando hacer estatuas, y en el meritito Atlacomulco (nada sucede sin que AMLO lo decida, no nos hagamos pendejos), abriendo una divertida apuesta sobre cuánto tiempo ha de pasar antes de que sea derribada y caiga de nalgas al suelo. La otra apuesta será si será derribada por los anti amlo, por los Morenos decepcionados, por los pobres cuando ya no les pueda dar dinero o por los exquisitos del arte, porque la chingada estatua compite en fealdad con la que le hicieron a Benito Juárez en San Luis Potosí”.
Pues sí compañeros, ¡de nalgas al suelo!, ahora falta saber, de entre los sospechosos, quiénes hicieron esta travesura.
Esto es otro atento aviso a AMLO: si continúa con sus pinches locuras su futuro será aterrador. Si se reconcilia con la cordura, la racionalidad, pero sobre todo, si empieza a rectificar, aunque sea de manera sutil para salvar cara, podría disipar el peor futuro posible que cada vez amenaza más con convertirse en presente: su proyecto destruido, cárcel para sus hijos, algunos colaboradores y para él mismo. Además de un lugar en la historia donde Victoriano Huerta, el chacal, se vería mejor que él.
Si lo conocen, si tienen acceso a AMLO, avísenle que todavía se puede conjurar ese terrible final, que solo los muy locos de sus opositores desean.
Mi chamba es anticipar riesgos, y a veces soy muy chingón en eso, como ahora se puede apreciar. Pero con la motivación de que las cosas terribles que a veces se advierten, se conjuren, como es el caso ahora con AMLO.
Les advierto también: si se lo quieren chingar, a AMLO, sigan aplaudiéndole, minimicen esta señal, díganle que va con madre, que el pueblo lo adora.
Y bueno, a mi, en mi irrelevante condición en la discusión pública nacional, solo me toca divertirme. Sugiero una idea conciliadora, casi salomónica, respecto de la estatua, aprovechando lo que quedó de ella en el pedestal: súbanlo de nuevo, pero empalado. De ese modo ningún opositor querrá derribarlo, y sus seguidores tendrán su estatua.