Antonio Tanguma: El hombre que inventó la música norteña
Su música se colaba como el viento entre las macetas, entre los muros como humedad, recorría el suelo de tierra llegando hasta los tacones y a las floreadas faldas que volaban libres con los taconazos.
Él tocaba para las muchachas de los pueblos los domingos, día en el que asistían a los servicios religiosos, y después, se juntaban en la plaza o entre los caseríos para bailar al ritmo del acordeón.
Mis tías contaban que días después de que Tanguma se iba de los pueblos como China, Treviño, Agualeguas, Parás…seguían escuchándolo, como viajando en el viento los últimos acordes del acordeón de Tanguma, allá a lo lejos en lontananza.
Tendría yo unos 7 años cuando lo vi por primera vez, fue en una boda de esas que nos marcan inevitablemente para siempre. Se llevó a cabo en General Treviño, pueblo en donde mi abuela Eloísa Galindo Chapa había nacido. Su madre Asunción había heredado tierras que correspondían a Juan Bautista Chapa, el cronista anónimo de Don Israel Cavazos.
Allí en Treviño, en la escuela y bajo la sombra de un árbol, comenzó. El acordeón parecía un fuelle de mil sonidos, ni siquiera veía sus manos que mágicamente acariciaban el teclado, hecho especialmente para él.
Se escuchaban las canciones como la de Evangelina, Cerro de la Silla, entre otras. Melodías que yo no sabía ni el nombre, pero que todos coreaban al unísono.
Años después, en la Casa de la Cultura en la época del Gobernador Jorge Treviño, tendría ocasión de conversar con esa figura mítica que poseía magia en sus manos.
Yo le preguntaba: “¿Don Antonio, quién le enseño a tocar?”, y él respondía: “yo toco desde chamaco, en casa de mi tía había un joven que le entendía a eso y yo quería aprender, disfrutaba más la vida cuando me invadía la música”.
También respondió: “Allá en China apenas llegaba la radio y no se escuchaban las polkas y los chotis, eso era de rancho. Yo comencé a componer para transformar en música lo que soñaba. Andaba en cantinas y en rancherías ganando centavos, caminando en el polvo de una a otra ranchería porque en las ciudades no gustaba esa música, pues decían que era de rancho”.
“Y para sorpresa de todos, mi fara fara se fue introduciendo y se fue posicionando en Monterrey, algo único, había una estación de radio solo para esta música que llegaba a los ranchos más escondidos. Comenzó a tornarse en un género muy popular.
Poema dedicado a Don Antonio Tanguma
Ay Don Antonio Tanguma, cómo lo extrañamos,
Extrañamos sus manos dadoras de armonías,
Extrañamos su silueta con el acordeón,
Recostado en sus rodillas, eterno...
Las melodías que nacían de sus dedos, corazón,
El fara fara norteño marcándolo en suspenso,
Su música, la nuestra, que nos compartió intenso,
En donde están sus manos, en donde están los sueños.
De pronto con ritmo de abalorios,
De pronto su ritmo,
Que aparecen en su canto, cuando se torna travieso.
El chotis que marca el paso de siluetas,
La melancolía de sus lamentos.
Hoy su acordeón está en silencio.
Esperen, llegará un hijo que romperá el viento,
con nuevos aires norteños.
Conociendo a Don Antonio Tanguma
Cuentan que en 1920, compró su primer acordeón. Como no funcionaba apropiadamente, decidió cruzar la frontera y dirigirse a Laredo. Al llegar a Estados Unidos, trabajó en la labor para ahorrar y comprar un acordeón nuevo.
En 1932, regresó a China, Nuevo León.
En septiembre de 1933, contrajo matrimonio con María de Jesús y tuvieron 14 hijos.
En 1938, decidió irse a vivir a Monterrey y probar suerte como músico, a veces como solista y otras acompañado de un contrabajo.
En 1945, recorrió las cantinas de la Ciudad de México y del centro del país con su música, pero no siempre fue bien recibido, ya que el acordeón no era un instrumento muy conocido.
Uno de los bares donde tocaba, continuamente era el “Bola de Oro” en Monterrey.
Había perfeccionado tanto su ejecución en el acordeón, que llegó a tocarlo con la barbilla, con una sola mano, y hasta interpretó con dos acordeones al mismo tiempo.
Tanguma escribió más de 60 composiciones de su autoría, las cuales son consideradas como típicas de la zona dentro de bailables folclóricos.
Es recordado por ser pionero del ritmo norteño. Sus composiciones han sido coreografiadas por el ballet de José Daniel Andrade y los ballets del profesor Segura Nayapan y el Fiesta Mexicana.
¡Viva la música Norteña, viva nuestro Rey Tanguma!