“Chúpame la lengua”, dice el Dalái Lama a un niño

El Dalái Lama, entre broma y broma, sacó a pasear en público al animal que llevaba agazapado dentro.

¿Por qué la gente ríe y aplaude mientras un anciano de 87 años a quien llaman Dalái Lama le pide un beso en la boca a un niño? Al cual accede forzadamente el pequeño. 

¿Por qué vuelven a reír y aplaudir cuando el líder del budismo le dice al mismo niño "chúpame la lengua"?

Lo cual afortunadamente no se concretó.

Desconozco el humor del Tibet, pero a mí no me dio gracia. Más bien, me causa indignación. Sea en broma o enserio, la actitud no es la de un líder espiritual.

En el video que recorre el mundo a través de las redes sociales, se advierte la incomodidad del pequeño de la India ante la desafortunada “broma” del monje Budista.

Las risas y aplausos por el jugueteo del monje con un niño en el templo Tsuglakhang de Dharamsala el pasado 28 de febrero, fueron como avalar un abuso al intentar normalizar una conducta reprochable y resultaron igual de vergonzosas que la actitud del Dalái Lama.

Recientemente se dio a conocer en un comunicado enviado desde el Tibet que decía: “Su santidad desea pedir disculpas al niño y a su familia, así como a sus muchos amigos de todo el mundo, por el daño que sus palabras hayan podido causar”, pero surge la pregunta de si el Dalái Lama hace algo así en público, ¿qué juegos se le ocurrirán en privado?

Desde 2018 existe un colectivo de personas que han sido víctimas de abusos sexuales, al parecer perpetrados por maestros budistas tibetanos, monjes y laicos; se agrupan en torno a la etiqueta #MeTooGuru. Pero viendo la forma de proceder del Dalái Lama, ahora creo entender el porqué de la falta de justicia.

Teresa Arias y Eva Clemente, especializadas en la escritura de cuentos de educación emocional y valores, nos dicen en el libro "El secreto de Blef":

“Si obligamos a un niño a dar un beso puede asociar que siempre tiene que hacer lo que le digan los adultos, dando lugar a que el niño no sepa diferenciar el tipo de beso o de abrazo que le están dando”.

El cuento trata de los besos. Esos que muchos padres suelen obligar a los hijos a dar, a sus amistades, vecinos, primas, tías; y para ello recurren a un personaje llamado Blef, el cual es un extraterrestre de color verde con varios tentáculos en su cabeza, que cambian de color en función de las cosas que le pasan. Cada color está asociado a una emoción y plantea que de dónde procede Blef, los besos no son obligatorios y no es de mala educación NO darlos.

Al final del libro, las autoras tienen una guía para padres donde nos hablan de que existen muchas maneras de saludar o mostrar afecto. Así que no es necesario obligar a los niños a dar besos o abrazos si no quieren. 

El caso del Dalái Lama quedó expuesto a los ojos del mundo y sujeto a múltiples interpretaciones, y nos dejó una tarea:

La de replantearnos qué estamos haciendo como sociedad para proteger a nuestros niños.

De entrada es evidente que no debemos obligar a los pequeños a besar a los adultos, porque es exponerlos a que tengan un menor control sobre su cuerpo ante posibles abusos. Tampoco se puede aplaudir conductas que a todas luces son reprochables.

Finalmente solo quiero decir que, quizás me equivoque, pero me parece que “los perros ya no ladran en el sótano”. El Dalái Lama, entre broma y broma, sacó a pasear en público al animal que llevaba agazapado dentro.

Teresa Sepúlveda Elizondo

Licenciatura en Comunicación egresada de la UANL. Maestría en Procesos Electorales por la Escuela Superior de Procesos Electorales y postulante al Doctorado en Educación por la Universidad Humanista de las Américas. Periodista, catedrática, comentarista y observadora de los procesos electorales y la vida cotidiana.