Jornadas reducidas, el reto de la reconfiguración laboral

México es el país que en promedio trabaja más horas/semanas con 41 y sólo genera valor equivalente a 22 dólares por hora.

Desde que el trabajo se convirtió en un castigo, según la teoría del Génesis, o bien, en la forma de ocupar a las personas para procesos productivos, el tema de las jornadas laborales ha sido un asunto de discusión.

Al comienzo de la Revolución Industrial y la emergencia de las organizaciones que defendían los derechos laborales, se realizaban debates en torno a la duración de las jornadas de trabajo.

Pasamos de horarios extenuantes y que expoliaban a los trabajadores de 16 horas, que incluía a mujeres y niños sin horas de descanso o alimentación todos los días de la semana, hasta hoy en día donde se ha homogenizado una jornada de ocho horas diarias que incluye un tiempo para ingerir alimentos a jornadas de cinco días o máximo seis días, con una última jornada de medio día.

Derivado de la pandemia, el desarrollo e investigación de la cultura organizacional y hábitos laborales, han expresado su preocupación de que la jornada de trabajo de ocho horas es poco eficiente y productiva.

Por ello, se ha solicitado explorar la posibilidad de acortar la duración de las horas laborales o bien el número de días hábiles, ya que se ha demostrado que actualmente la duración de la jornada agota al trabajador, reduce su dedicación y es poco productiva y eficiente.

De acuerdo con un estudio de la OCDE, México es el país que en promedio trabaja más horas/semanas con 41 y sólo genera valor equivalente a 22 dólares por hora.

En cambio, países como Alemania, Dinamarca y Noruega trabajan en promedio 27 horas a la semana y generan valor equivalente por hora a 72 y hasta 92 dólares por hora, o bien, hasta 109 dólares que genera un irlandés, la diferencia habla por sí misma.

Una de las ventajas que supone explorar nuevos modelos de trabajo y cultura laboral, indica que es necesario invertir no sólo en la mejora de la infraestructura, sino que requiere invertir en capacitación y mejor formación del capital humano.

La reconfiguración de la cultura laboral demanda la actualización del trabajador, pero sobre todo de las estructuras directivas, donde es importante cambiar la perspectiva de que un trabajador o empleado debe desquitar cada peso de su salario y debe cumplir con las responsabilidades y actividades encomendadas.

En otro análisis enfocado en los jóvenes, el diputado Federal Tereso Medina, secretario de la Comisión del Trabajo en la Cámara de Diputados, demuestra que sus intereses laborales se han modificado con el paso del tiempo y la pandemia vino a acentuar esta situación.

Los datos revelan que las principales preocupaciones de los jóvenes son el garantizar un salario justo, jornadas de trabajo cortas y/o un esquema de contratación que incluyan el home office.

Las nuevas generaciones han dejado de lado temas relevantes como la seguridad social, las prestaciones laborales, la antigüedad, gastos médicos, los sindicatos, entre otros.

Reducir la duración y el número de la jornada laboral permitiría conciliar los proyectos profesionales, las responsabilidades familiares y promover la igualdad de género.

En un estudio realizado por PricewaterhouseCoopers indica que si algo se demostró en esta pandemia es que no hay criterios absolutos y que no hay una solución que funcione igual para todos.

El camino a seguir se trazará sobre la marcha, de acuerdo con las necesidades de cada industria y organización, sin embargo, hay algunos aspectos en los que se puede empezar a trabajar y planear.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT), en la reciente Cumbre Mundial sobre la COVID-19 y el mundo del trabajo, anunció que hay un alto grado de compromiso por parte de las naciones, las empresas y los empleados para superar conjuntamente la crisis.

Esta es una buena oportunidad para reconstruir el entorno laboral y encontrar formas creativas de colaborar a través del fortalecimiento de las estructuras y la cultura empresarial.

La presente crisis sanitaria ha generado aún más expectativas de los colaboradores en las empresas, quienes esperan un liderazgo más inclusivo y empático, capaz de brindarles sostén en circunstancias tan complicadas como la actual.

Alberto Martínez Romero

Licenciado en Periodismo y Comunicación Colectiva por la UNAM. Tiene un MBA por la Universidad Tec Milenio y cuenta con dos especialidades, en Mercadotecnia y en periodismo de investigación por el Tec de Monterrey. Tiene diversas diplomaturas en Habilidades Gerenciales por la Universidad Iberoamericana y se ha especializado en Relaciones Públicas y Atención de Crisis en Comunicación. Ha sido reportero y editor en medios como Reforma y El Universal. Fue corresponsal en Centroamérica para Reforma y Notimex. Colaboró en la realización del libro “La Huelga del Fin del Mundo”, de Hortensia Moreno y Carlos Amador, primer libro que se escribió sobre la huelga estudiantil de 10 meses en la UNAM en 1999.