La tiranía de lo “políticamente correcto"
En la primera mitad del siglo XX, la frase "políticamente correcto" se utilizó para describir la adhesión estricta a una serie de ortodoxias ideológicas.
Los socialistas lo utilizaron, irónicamente, como guardia contra su propia ortodoxia y para reforzarlos en los esfuerzos de diferenciarse de los “comunistas dogmáticos” que abogan y defenderían las posiciones partidarias, independientemente de su sustancia moral.
En la primera mitad del siglo XX, The New York Times informó que la Alemania nazi estaba otorgando permisos de información "solo a arios puros cuyas opiniones son políticamente correctas".
El antídoto de lo “políticamente correcto” es el décimo elemento, cuyo lema es controvertir para impugnar porque, el décimo elemento, por esencia propia, dice lo que la mayoría no piensa y hace lo que los otros no hacen.
A veces, no solo dice, sino que hace cosas que chocan, que incomodan, que ponen nerviosos o furiosos, que frustran a un buen número de hombres y mujeres. Esto, muchas veces como es esperarse, hace reaccionar negativamente e irracionalmente contra estas personas.
El décimo elemento (hombres y mujeres) son: el disidente, el rebelde, el “jodido”, el contreras, el innovador, el apestado, el contestatario, el invisible, el extraño, etc.; sin embargo, son unos que pueden ayudarnos a avanzar como sociedad, ya que pueden ver claridad en algo donde otros no ven más que sombras.
Pueden hacernos salir de la autocomplacencia, modorra, letargia en la que nos vemos sumidos por el conformismo, la presión por ser aceptados o el miedo de decir lo que pensamos en voz alta.
El décimo elemento, hombre o mujer muchas veces, o si se quiere la mayoría de las veces, pueden estar equivocados; sin embargo, son los y las que hacen avanzar a la sociedad.
Pueden ser considerados, el equivalente social o cultural, del inventor en el ámbito de la tecnología, los que nos obligan a salir de nuestra “zona de confort” en todos los ámbitos social, político, ético, familiar, laboral, en nuestra sociedad.
Son los creen que la historia es espiral y el progreso inevitable.
El décimo también nos enseña, cuando se pierde el rumbo, a utilizar y activar el freno de mano y pensar de nuevo o cambiar y tomar un diferente rumbo.
Algo de contexto actual
Esta semana, los comentarios sobre “no me quiero morir” desgarrador grito de un niño de 13 en Paraíso, Tabasco, al ser baleado enfrente de su casa; y su posterior fallecimiento, fue estigmatizada desde la Mañanera.
En otro tema, este sobre la conducta mostrada en la huida de Jorge Máynez al desplomarse el escenario del cierre de campaña de Movimiento Ciudadano en Nuevo León, tuvo un número de defensores a ultranza de su conducta huidiza.
Esperamos que nos ayuden a ejemplificar, graficar otros casos con sus comentarios sobre algo, una cosa o tema, donde sean acusados y considerados como políticamente o social incorrectos.
Los “francotiradores” de lo políticamente correcto califican y juzgan al décimo elemento como impúdico, inmoral, mercantilista, marxista, conservador, obsceno, marxista, neoliberal, comunista, reaccionario, etc.
La sociedad debe comprometerse con su existencia, o más bien, mirar con desconfianza a aquellos que pretenden. Ambicionan callarlos, excluirlos o eliminarlos, “preocupados” por el impacto que sus palabras y acciones podrían tener en la manera de pensar de la mayoría.
Estos tiros intentan que se pierda, disipe e inutilice la perspectiva de un cambio del sentido del juego y equivale a una prohibición social a la existencia del décimo elemento.
La sociedad, desde nuestro punto de vista, debería no solo tolerar, sino proteger y alentar a sus décimos.
Hoy como ayer, antes o como endenantes seguir el método de controvertir, impugnar para resolver como base del actuar diario de los hombres y mujeres de México, seamos el décimo elemento humano para controvertir, impugnar, proponer para un futuro mejor.