Las manzanas en el camino

Democracia es guapa. Viste con harapos. De retazos de vestidos descoloridos. Pasea en el concierto de las naciones. Cobra caro. Todos desconfían de ella. Sus metodologías del listado de beneficiarios.

Algunos caen de la gracia. Darle espalda conoce los sinsabores de los negocios frustrados. La información privilegiada, en la democracia, es el aceite conductor.

Los demacrólogos acusan a sus detractores como aprendices de dictadores. Usan partes de los discursos, sacados de contexto, para mostrar la parte flemática sanguínea.

Club de los dictadores, sesiona en sus clubs de cinco estrellas. Sirven viandas exquisitas. Democratizan la pobreza. Quienes menos tienen, los ausentes de la tierra, el voto duro, las voluntades en venta.

A los demacrologos anquilosados en el sistema financiero, las conductas de los dictadores, amenazan los siglos de saqueo industrializado y colectivo.

Los dictadólogos van a misa de las seis de la mañana. Encomiendan a San Judas sus agendas sentimentales. La belleza por fuera es la buena. La belleza interior no genera votos e indicadores de progreso.

Dictadólogos y Demacrólogos han organizado el coloquio sobre las purgas de tribus de seguidores de ojos abiertos.

Para ellos solo les queda el destierro de las listas plurinominales. Las de cajón, para los incondicionales de conciencia cauterizada.

Intercambiadas las barajitas, el país de los enanos en crecimiento, sigue su proceso histórico hacia el desastre.