Los costos de la guerra

Es necesario repensar esa máxima sobre que la guerra activa la economía.

Suele ser un lugar común declarar que las guerras forman parte de estrategias financieras para mantener e incrementar la actividad económica, es decir, permiten salir de recesiones, frenar procesos de caída en la productividad y demás.

Sin embargo, la evidencia económica indica que dicha herramienta genera mayores prejuicios económicos que beneficios, dando por descontado que los conflictos armados y la violencia generan pérdidas de vidas humanas, las cuales deben dejar de mirarse como una estadística más y considerar que esos decesos son historias de vidas que se diluyen, que lastiman, y su reducción a un mero dato genera un proceso de invisibilización que genera que una sociedad pierda la dimensión de la muerte.

En los aspectos económicos, el impacto no es muy diferente: en un comienzo bien puede significar un impulso al aparato productivo, se genera mayor actividad y dinamismo en la economía, pero a la larga las guerras generan inflación y desabasto.

Hoy día, con nuestra sociedad interrelacionada e interconectada, el fenómeno de la globalización y el intercambio comercial generó un mundo que, gracias a las tecnologías de la información, cuenta con la posibilidad de saber que sucede en tiempo real en otros lares.

Ello generó que, con la integración de zonas geográficas y el reconocimiento de intereses y necesidades comunes, se conformaran zonas económicas en competencia, pero al mismo tiempo colaborativas, el reconocimiento de las fortalezas y debilidades ha hecho que los países generen ciertos productos y obtengan insumos necesarios para el diario acontecer.

Las guerras hacen que los países desplieguen estrategias de repliegue o reserva, donde la incertidumbre y desconfianza mutua hace que se muestren menos dispuestos a participar en acciones de colaboración, ello hace que muchos productos eleven sus precios, en especial los energéticos y los alimentos, con lo que se genera una espiral especulativa donde se encarece la vida y ello provoca elevar la pobreza, sobre todo en los países menos desarrollados.

La guerra genera ganadores y perdedores, permite realinear ciertos equilibrios de poder y establecer nuevas dinámicas de intercambio comercial; el mercado sensible a estas modificaciones ajusta sus propios ritmos para una nueva realidad.

La guerra en Ucrania no es benéfica para nadie. Es cierto que permite activar ciertos resortes de la economía, pero no de toda la economía, sino de algunos países, quienes estimulan el crecimiento de ella; a la larga, la guerra genera pobreza, dolor y muerte, somete a sociedades enteras, las empobrece.

Por eso es necesario repensar esa máxima sobre que la guerra activa la economía.

Alberto Martínez Romero

Licenciado en Periodismo y Comunicación Colectiva por la UNAM. Tiene un MBA por la Universidad Tec Milenio y cuenta con dos especialidades, en Mercadotecnia y en periodismo de investigación por el Tec de Monterrey. Tiene diversas diplomaturas en Habilidades Gerenciales por la Universidad Iberoamericana y se ha especializado en Relaciones Públicas y Atención de Crisis en Comunicación. Ha sido reportero y editor en medios como Reforma y El Universal. Fue corresponsal en Centroamérica para Reforma y Notimex. Colaboró en la realización del libro “La Huelga del Fin del Mundo”, de Hortensia Moreno y Carlos Amador, primer libro que se escribió sobre la huelga estudiantil de 10 meses en la UNAM en 1999.