Los vientos de Washington
Dos sombras se cruzan en el cielo, y en un instante, la colisión.
- Un avión y un helicóptero se encuentran donde no debían.
- La explosión ilumina la noche, la nieve en las calles refleja el fuego y el metal ardiente.
- Lo que desde la ventanilla del avión parecía un paisaje hermoso, un río congelado como pista de hielo, se convierte en la tumba de los pasajeros que cayeron tras el impacto.
En la Casa Blanca, otra colisión se gesta.
No es de acero y combustible, pero su impacto es igual de brutal.
Las decisiones caen como esquirlas: aranceles, deportaciones, muros invisibles que se alzan en el aire.
Se derrumban tratados, se estrellan acuerdos.
Los migrantes que levantaron con sus manos el sustento de una nación, son ahora criminales en los discursos del poder.
En medio de esa turbulencia, Guillermina Alvarado, directora del CONOCER, aborda un avión rumbo a la capital estadounidense con una misión encomendada por la presidenta de México.
La acompaña Miguel Tamayo, de CIEES, pionero en la fundación del CONOCER, el Consejo Nacional de Normalización y Certificación de Competencias Laborales.
Hace treinta años, él gestionó un crédito del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo, para dar vida a esa institución, clave para la capacitación y certificación de los trabajadores.
Ahora, ellos van a tocar puertas en Washington, a proponer proyectos a favor de los migrantes.
Washington los recibe con el filo de su frío.
Tocan puertas en la embajada de México, en la OEA, en el BID y en el Banco Mundial.
Ellos saben que la diplomacia es un juego de paciencia, de buscar las rendijas por donde la luz aún se filtra.
En los organismos internacionales, aunque el ambiente es frío, aún quedan manos dispuestas a tender puentes.
No solo para México, sino para toda Latinoamérica.
Ya de regreso “literal” están en contra los vientos del norte.
Inclusive en el velo donde ambos abordaron, el piloto interrumpe el silencio:
- Hay un problema, debemos aterrizar de emergencia.
Guillermina se pregunta:
- ¿Qué pasa con los vientos de Washington? Reza.
Miguel duerme y no se entera del descenso forzoso.
Aterrizan sanos y salvos, como esperan hacerlo con los programas de certificar a los migrantes.
Porque, a veces, los vientos del norte traen turbulencia, pero no derriban los sueños.
Porque en los cielos de México, aún se espera que el choque de Washington no deje más escombros, ni en el aire, ni en la esperanza de quienes cruzan la frontera buscando un mejor futuro.