México y el eterno retorno: Los mexicanos somos idólatras de los uróboros
¿Qué pasaría si un día o una noche el espectro de Mefistófeles se desliza furtivo en tu más solitaria soledad y te dijera: “Esta vida, tal como la vives ahora y tal como la has vivido, la tendrás que vivir una vez más e incontables veces más"? No habrá nada nuevo en ella, sino que cada dolor, cada placer, cada pensamiento, suspiro y todo lo indeciblemente pequeño y grande de tu vida tendrá que retornar a ti y todo en la misma serie y en la misma sucesión.
Como el pensamiento, la idea del Eterno Retorno, se refiere a un concepto circular de los acontecimientos y la historia, ya que la historia no sería lineal, sino cíclica.
Una vez que se cumplan este ciclo de hechos, estos volverán a ocurrir con otras circunstancias, pero básicamente siendo los mismos
Pasemos a las incidencias el presente:
Desde Palacio Nacional, se ejercía presión sobre la oposición y se vetaban candidaturas que el “presidente no consideraba de su agrado”; y se decía:
¿Por qué, si acaso fuiste tan patriota, estás comprando votos? ¿Para qué admites esa inmunda treta de dar dinero al que en tu nombre vota?
Para 2024, se pronosticaban elecciones complicadas; y resulta si no sorprendente, si interesante, que durante el proceso electoral las plataformas políticas de los dos contendientes opuestos al presidente consideran en que es necesario acabar con la corrupción y “proporcionar a la nación un gobierno libre de corrupción, y así mismo, prometer respetar la soberanía y libertad de los estados, observar las leyes y el respeto a los derechos garantizados en la Constitución”.
Cuestionaba al gobierno por sus procedimientos ilegales y anticonstitucionales al intervenir en la política federal, estatal y municipal para tratar de dominar las elecciones.
Prometían el cumplimiento de la Constitución con interés en las garantías individuales, elecciones libres y un gobierno bien administrado y sin corrupción.
La unión de los opositores al Presidente se basaba en el interés de que se legislara para hacer difícil que la administración pudiera controlar la votación.
Los oficialistas consideraban que la contienda electoral debería iniciar en el seno del Congreso un “foco de intriga (neoliberal)”; por lo que enfocaron todas sus baterías en abolir la disposición conocida como la convierte toda acción de gobierno en asunto de la Ley de Estado de Seguridad Nacional sitio, que concedía al presidente la facultad de decretarlo cuando fuese necesario.
Se consideraba que esta ley no debería estar vigente, ya que podría utilizarse para controlar las elecciones.
Asimismo, intentaron votar para que no aumentara el presupuesto de los fondos para gastos extraordinarios, pues pensaban que el dinero en exceso podría usarse para mantener al grupo en el poder del presidente y que se debería combatir a algunos representantes de oposicionistas.
Los oposicionistas acusaban a la administración del presidente de que el favoritismo y la corrupción reinaban en la administración y la solución que proponían se resumía en una frase: “no reelección”.
Y ahora un vistazo al pasado:
Desde Palacio Nacional, se ejercía presión sobre la oposición y se vetaban candidaturas que don Benito Juárez no consideraba de su agrado.
¿Por qué, si acaso fuiste tan patriota, estás comprando votos de a peseta? ¿Para qué admites esa inmunda treta de dar dinero al que en tu nombre vota? - (El Padre Cobos, 1871)
Para 1871, se pronosticaban elecciones complicadas, y resulta si no sorprendente, si interesante que durante el proceso electoral las plataformas políticas de los dos contendientes opuestos a Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada y Porfirio Díaz, consideran en que era necesario acabar con la corrupción y “proporcionar a la nación un gobierno libre de corrupción y administrado económicamente”.
En el programa lerdista, casi la mitad de sus puntos programáticos se referían a asuntos económicos. Se manifestaba que una nación libre de corrupción bien administrada económicamente.
Asimismo, prometía respetar la soberanía y Libertad, de los estados, observar las leyes y el respeto a los derechos garantizados en la Constitución.
Cuestionaban al gobierno por sus procedimientos ilegales y anticonstitucionales al intervenir en la política estatal y municipal para tratar de dominar las elecciones.
Los porfiristas eran en su mayoría liberales “puros” que se habían opuesto a Juárez en 1861-1863 y algunos descontentos con los otros dos candidatos.
Al frente de la facción se encontraba Justo Benítez. Su programa no difería mucho del de sus antagonistas. Prometían el cumplimiento de la Constitución de 1857 con interés en las garantías individuales, elecciones libres y un gobierno bien administrado y sin corrupción.
La unión de los opositores a Juárez se basaba en el interés de que se legislará para hacer difícil que la administración pudiera controlar la votación.
Los porfiristas consideraban que la contienda electoral debería iniciar en el seno del Congreso un “foco de intriga reeleccionista”, por lo que enfocaron todas sus baterías en abolir la disposición del 21 de enero de 1860 conocida como la Ley de Estado de Sitio, que concedía al presidente la facultad de decretarlo cuando fuese necesario.
Se consideraba que esta ley no debería estar vigente, ya que se podría utilizar para controlar las elecciones.
Asimismo, intentaron votar para que no aumentara el presupuesto de los fondos para gastos extraordinarios, pues pensaban que el dinero en exceso podría usarse para mantener a Juárez en el poder y que se debería combatir a algunos representantes reeleccionistas.
Los porfiristas acusaban a la administración juarista de que el favoritismo y la corrupción reinaban en la administración y la solución que proponían se resumía en una frase: “no reelección”.
La oposición a la reelección de Juárez denunció que “el partido del presidente” se excedía en sus facultades extraordinarias para favorecerse en las elecciones al presionar y convencer a los gobiernos locales para que se hicieran de la vista gorda ante las irregularidades electorales para mantener posiciones políticas en palacios municipales, ayuntamientos, cámaras y tribunales mediante un control centralista y monopolizador a través de una maquinaria política dispuesta desde la capital.
El gobernador del Distrito Federal, Gabino Bustamante, denunció que el ayuntamiento quería ganar la elección por medios fraudulentos.
La facción juarista tenía algunas ventajas, como el control del ejército y de la administración y sus recursos, así como el acceso a fondos federales, lo que les daba una gran ventaja sobre sus opositores.
Por ello, ganar las elecciones se convirtió en el principal motor de las políticas de los juaristas, quienes no dudaron en aprovechar su situación de partido gobernante para influir en el desarrollo de las elecciones.
Desde diversos medios, e incluso algunos intelectuales, acusaron al presidente de presionar a todos los agentes involucrados en el proceso electoral para que el voto le favoreciera.
A la sazón, el Padre Cobos publicaba el 12 de enero de 1871: “Regularmente los que manejan el dinero de la nación, tienen mil medios de hacer que se les quede algo en las uñas, pues... el que entre la miel anda, algo se le pega”.
La prensa opositora no cejaba de criticar al gobierno y el Padre Cobos publicaba con soma tres días después: “¿En qué se parece el tesoro público a un bagazo de caña? / En que se lo han chupado. / ¿En qué se parecen los juaristas a los canes hambrientos? / En que no quieren soltar el hueso”.
En fin, decimos que los mexicanos y mexicanas somos idólatras de los uróboros.
Tienen como imagen o símbolo, una serpiente que se está comiendo la cola y a su vez de cola que come, es un símbolo que muestra a una serpiente o dragón engullendo su propia cola y formando un círculo con su cuerpo.
Simboliza el esfuerzo eterno, la lucha eterna o el esfuerzo inútil de las cosas, el eterno retorno y otros conceptos que vuelven a comenzar a pesar de las acciones para impedirlo.
Unas palabras finales sobre él:
Tiempo.
Ahora no se trata
De solo esperar,
Sino de actuar,
no solo esperar,
sino saber
cuál es la esperanza
no atender
todas las convocatorias,
solo aquellas,
que merezcan
nuestro tiempo
porque algunos, ya no estamos
para perderlo.