Mis dudas de quienes mandan bendiciones
PRIMERO, LAS BENDICIONES.
Les platico: sin ánimo de ser blasfemo, los críticos de mis escritos han adoptado al unísono una nueva modalidad:
En vez de mandarme mentadas de madre me mandan ahora bendiciones.
Tengo dudas de si será una moda de esas impuestas por charlatanes mal autonombrados influencers, como Carlos Muñoz, o de plano me las merezco, las bendiciones.
El caso es que a raíz de lo que escribí sobre los constructores favoritos del fallido alcalde de San Pedro -Miguel Treviño- y los desmanes del homónimo del Benemérito de las Américas de segundo apellido Calvillo, casi necesité un plomero para destapar mi correo de tantas bendiciones que recibí.
https://detona.com/articulo/spgg-vacila-con-sellos-de-clausura
“Han de ser bots pagados con nuestros sampetrinos impuestos”, me dijo la irreverente de mi Gaby, cuando le leí las más representativas bendiciones recibidas.
El tema es que ante mis crecientes dudas respecto a su autenticidad, les pido desde aquí que me hagan el favor de mostrarme sus cartas credenciales, nomás para saber si están capacitados profesionalmente para mandarme bendiciones.
A juzgar por sus ortografías y sintaxis, creo que se trata de personas con primaria trunca.
De entre todos esos, hace la excepción uno que otro, que me exige pruebas que demuestren que son válidos mis argumentos contra los constructores por Miguel bendecidos y con contratos favorecidos.
Y por la ternura con que los piden, distingo en ellos lo válido de sus balidos.
Es todo en este primer punto, muchachos, háganme el favor de dejar para otro día sus aludidas bendiciones.
AHORA, LOS DEL ROSARITO EN EL RETROVISOR
Pocas cosas me aterran más en esta vida que toparme con quienes van al volante de vehículos con rosaritos colgados del retrovisor.
Estos ingenuos creen que tales artilugios los protegen de las p3nd3jadas que cometen al ponerse al frente de un volante.
Se te meten a la brava por la derecha, por la izquierda, por arriba, por abajo; no siguen los carriles sino que los hacen ellos mismos; van hablando por el celular; se te frenan de repente o te echan la lámina si recato ni sustento; van hechos la madre o a 10 kilómetros por hora.
En fin, que manejan como si fueran timoneles de una nave vikinga a punto de invadir las costas de Inglaterra.
O se mueven como los bárbaros de Germania defendiendo sus territorios de las hordas romanas.
Cuando alguien me pregunta que si no me da miedo andar trepando cerros, les contesto que claro que sí, y les agrego que el asunto es qué se hace con el miedo, porque igual te paraliza que te agiliza.
Confieso que a mí, los del rosarito colgado en el retrovisor, más que miedo me dan pavor, y solo hay otros que me inspiran más temor: los que en las defensas de sus vehículos o abajito de la cajuela traen también calcomanías de “Jesús te ama”.
Cabron3s, ámense tantito ustedes y tengan piedad de la fauna humana y animal que se les atraviesa en estos caminos del Dios… de Spinoza.
CAJÓN DE SASTRE
“Suscribo”, exclama solidaria la irreverente de mi Gaby, mientras desgrana las cuentas de su rosario crepuscular...