¡Nada es para siempre!
Saber afrontar con inteligencia cada una de las etapas de la vida de un País es fundamental para alcanzar la superación y progreso de sus habitantes.
En la vida política de un país, todo llega, todo pasa y todo cambia, el creer por parte de los gobernantes, que sus mandatos y victorias son eternas, acaban por embriagarlos de poder, lo que los lleva a perder la conexión con la realidad.
La finitud de un régimen se da casi en exclusiva, cuando la voluntad y a veces el capricho de sus líderes, instrumentan políticas que pueden generar tanto milagros y desastres a partes iguales.
La tesis es muy sencilla: los cambios sociales no están dados por los gobernantes de los regímenes políticos, sino por la acción de los pueblos, no es difícil percibir que los regímenes políticos, con sus acciones afectan a los derechos fundamentales y esto es trasladable, evidentemente, al bienestar material, que son las causas de su decadencia y catástrofe.
Al repasar los juicios y apreciaciones sobre los movimientos, de nuestro País, por los sectarios, un ejemplo fueron los juicios sobre la Constitución de 1857, que sostenían que era “obra de ideólogos, no podía tener valor sino en el mundo de las ideas, ninguno en el de los hechos”.
Otro era el dogma de los científicos del porfirismo, sustentaban que:
“Lo que el país requiere es abandonar este prurito de leyes, derechos e ideas, dejar que una dictadura regenere o construya al pueblo, desde arriba hacia abajo, sin titubeos, con astucia y sagacidad.”
Es la dictadura regeneradora o es el ensayo de “un poco de tiranía honrada” (Francisco G. Cosme), Pero que, en realidad, ni fue un poco ni fue honrada.
A lo largo de la historia de México ha habido gobernantes, que suponen que no existe la acción y voluntad del pueblo, por mejorar sus condiciones de vida.
Hubo pueblo en las masas que lograron conciliar intereses para luchar por la Independencia; fueron clases distintas, capas diversas con móviles diferentes, obedeciendo a múltiples intereses, las que sustentaron la contienda por la Independencia, hubo pueblo para resistir a las invasiones externas y fue el pueblo el que hizo, que México resurgiera frente a la Intervención francesa.
Las mismas fuerzas en que se apoyó a Revolución 1910, que brotó casi al mismo tiempo en el norte y en el sur, en el centro, en el este y en el oeste del país; fuerzas dispersas, no organizadas, que actuaron de manera concurrente y le dieron alcance nacional y éxito a la revolución.
El porfirismo que suprimía toda expectativa de libertades y derechos de las mayorías de campesinos, obreros, artesanos y profesionales no sólo de progreso, sino de evolución natural.
Era una dictadura deliberada, que en la involución encontraba su orientación primordial, que, so pretexto de regenerar a un país, lo aprisionaba, para que así progresara el orden.
Posteirormente un grupo mantuvo el poder homogéneo por más de 70 años y de nuevo se olvidó, que había pueblo.
Así que cualquier intento por los nuevos gobernantes de cancelar los derechos y libertades de los mexicanos y mexicanas, se olvidan, aunque hoy, hay fuerzas dispersas, no organizadas, que no actúan de manera organizada, sin embargo hay que considerar que en los hombres y mujeres, esta la semilla que rendirá frutos que darán alcance nacional, que no han pedido ni pedirán permiso, ni las bendiciones oficiales para consolidar la lucha por las libertades, elevar las condiciones de vida y defensa de los derechos humanos, lucha en contra de cualquier forma tiranía, por lo que hay que recordar a los gobernantes de hoy, que hay mucho pueblo, para tan incompetentes gobernantes.