No al ogro militar-empresarial
A diario, el presidente Andrés Manuel López Obrador legisla, juzga y ejecuta de facto, como si no existiera la división de jure del poder público en México.
Su matutina voz proclama nuevas reglas de gobierno, no importa si contradice leyes vigentes; exonera a sus aliados, aunque sean presuntos culpables o bien condena a sus opositores, aunque sean inocentes
Todo se vale en aras de afianzar la llamada cuarta transformación de México.
En tan gloriosa tarea, no habrá poder Legislativo o Judicial que frene el noble fin de asegurar el bienestar del pueblo ni tampoco existirán órganos autónomos como el INE, a los cuales hay que someter.
Embajada o cárcel, dinero público o amenaza de investigaciones, senadores o gobernadores del PRI o del PAN se doblan para evitar la dolorosa pisada a su larga cola.
Es cada vez más claro que López Obrador pretende afianzar la vigencia de su proyecto político, más allá del sexenio, con el apoyo de los militares, no solo con actividades civiles, sino a través de la concesión de negocios, lo cual hiede a soborno.
El Presidente está gestando el huevo de la serpiente
Un ogro militar-empresarial que con el paso del tiempo será más difícil someter por la autoridad civil, y aún más arduo, disolver en su momento.
Para la frágil democracia mexicana, la incursión militar en los negocios del sector privado significa un retroceso ominoso e ilegal: acostumbrados a la impunidad, alejados del escrutinio público, apartados de la debida transparencia, ajenos a la rendición de cuentas, entrometiéndose en funciones civiles, y peor aún, inspirados en el modelo socialista cubano.
De manera inusual, sin precedentes, los secretarios de la Defensa Nacional y de Marina fueron invitados por el presidente López Obrador a la visita oficial a Cuba en mayo pasado.
No fue un acto protocolario, pues ahí se reunieron con sus colegas cubanos para conocer el funcionamiento del Grupo GAE.
El Grupo GAE, controlado por el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba y con ingresos anuales por 4,200 millones de dólares, se dedica a los negocios del turismo, propiedades inmobiliarias, finanzas y telecomunicaciones, entre otras empresas.
La organización cibernética Guacamaya puso en evidencia los planes ocultos que tiene la Sedena:
Construir y manejar desarrollos hoteleros en Uxmal y Calakmul, y ecohoteles en la Riviera Maya, como lo hacen los militares cubanos en Varadero.
Hasta ahora el Ejército y la Marina han sido indispensables fuerzas de apoyo a la población en casos de desastre, por lo cual han merecido el justo reconocimiento y respeto del pueblo mexicano.
Sin embargo, la transformación de militares en empresarios como dádiva del gobierno de Morena por apoyar un proyecto político, se aleja de su vocación institucional y misión original: preservar la soberanía nacional.
Resulta un despropósito en una economía predominantemente capitalista como la de México, estrechamente ligada a la de Estados Unidos por el comercio y las inversiones, coquetear con un modelo económico-militar fracasado como el socialista de Cuba.
Lo único que va a resultar de este atentado contra el interés nacional será el daño a nuestra democracia y a nuestra economía, en un clima de enfrentamiento inútil con nuestros principales socios comerciales, además de violar la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal, vigente...
...pero eso sí, cobijados por las arengas nacionalistas del pueblo bueno y sabio.
Se reproduce el texto publicado en Milenio, con autorización del autor.