Nuestros combatientes
Están siguiendo la misma ruta de los enajenados por ISIS y el Estado Islámico. La de los mercenarios de Black Water. De los temerarios y paladines de una necedad.
En la guerra europea, de la invasión rusa a Ucrania, algunos mexicanos se han enrolado en la defensa de Kiev y de otras provincias de esa nación.
Lo hacen sin el conocimiento del terreno. De las fortalezas del invasor y en la renuncia estricta, de caer como prisioneros de guerra, a la diplomacia de la nación mexicana.
Violan la constitución nacional y se ponen en manos del ejercito ruso, para ser considerados no como soldados, sino como terroristas internacionales.
Eso lo sabe el Canciller Ebrard, se lo ha comunicado al Presidente López Obrador.
Los combatientes mexicanos, llevados por la ensoñación juvenil de vivir la epopeya de la guerra, van a recibir la lección más dolorosa: de perder la vida y la nacionalidad al mismo tiempo.
No lo harán llevados por el bélico acento de nuestro himno nacional. Sino la utópica vergüenza de mostrar la hombría y la falta de sentido común.
El principio de no intromisión mexicana es la política adecuada para toda bravata de los tiranos y dictadores.
Sin importar el continente o el suelo, color o fe de quienes disienten sus diferencias en el campo de marte.