Érase una vez
En un antiguo reino vivía un anciano rey, le acompañaban la reina consorte y cuatro hijos príncipes herederos.
El rey tenía fama de malvado, mentiroso y ruin, la reina pecaba de soberbia y arrogancia, y tres de los príncipes no eran bien vistos en la colonia feudal por holgazanes y mantenidos.
Mientras que, al cuarto príncipe, por órdenes del consejo, lo enviaron a viajar y aprender antiguas lenguas, alojado en lujosos palacios cubiertos de oro y piedras finas recientemente conquistados.
Al enfermo rey le pesaban los años y las dolencias se multiplican por doquier, su corazón empezaba a marchitar y el desgaste de sus huesos lo encorvaban más.
Las constantes revueltas al interior de su palacio por parte de los bárbaros del norte lo alteraban y aterraban, por otra parte, los soldados de infantería rojo, amarillo y azul del sur afilaban espada y cuchillo a fin de destronarlo.
Por consiguiente, su presión arterial era incontrolable la cual subía y bajaba, lo que afectaba el lóbulo frontal del cerebro al no recibir suficiente oxígeno… Y ello le provocaba confusión, pérdida de memoria y lucidez mental alterada.
Un día, el rey cansado y fastidiado de múltiples batallas en tierra y mar contra sus acérrimos enemigos, empezó a dictarle al secretario de la corte su abdicación al trono real, señalando a su hijo mayor como la persona idónea para sucederlo, ya que en el bosque era buen cazador y gracioso al interior del consejo supremo.
Al enterarse de ello la poderosa reina trató de impedirlo y sugirió al rey al hijo continuo, ya que este le recordaba a un antiguo amor, ya que era más dócil, y tocaba virtuosamente la flauta.
A la mañana siguiente el sabio consejero del rey pidió a su majestad audiencia privada con calidad de urgencia a fin de proponerle como mejor prospecto a la regenta del Centro y Caballo, para ocupar el trono.
El rey aceptó verlo y pidió le explicara cuáles eran las cualidades y merecimientos para tal fin.
Mi noble señor rey de los 23 reinos, me permito recordarle que la regenta del Centro y Caballo, aunque no es descendiente de vuestro linaje, ha sido la más fiel y sumisa a vuestro poder, ya que ha recorrido y combatido al lado suyo, incluso dado muerte a algunos enemigos del reino, salvándole de morir en dos ocasiones, además la regenta siempre ha llevado consigo vuestros verbos y planes de reinado.
Por lo que no hay duda alguna que, al substituirlo, su magna obra crecerá aún más. Y su popularidad aumentará. Y los señores feudales le seguirán respetando y temiendo dentro y fuera de sus territorios.
Por lo que tenga la seguridad glorioso rey, que, por obra del dios del trueno y guerra, usted permanecerá en la mente, corazón y espíritu de sus reinados hasta el fin de los tiempos y su legado será omnipotente, omnisciente y omnipresente.
Consejero me has convencido… Los dioses nos han iluminado.
Gracias glorioso rey. Mi dios salve al rey. Y su deidad nos proteja y acompañe. Justo lo es.
Aunque mi deber es advertirle amado señor, que se acercan tiempos difíciles bajo la sombra de la noche y la esperanza del mañana. Ya que un poder mayor que el vuestro existe a las afueras del reino, ese poder crece y se magnifica bajo el amparo de la libertad y la justicia, la muchedumbre, infinidad de vasallos y el clero, la han van gloriado al grado de apoyarla a tomar su palacio.
De quien hablas osado consejero… me refiero a la duquesa de Hidalgo y Casa Roja, quien es recibida con entusiasmo y aprobación a donde quiera que acude y quien es opositora a su ley y designios majestad... Insensato mereces la muerte, como te atreves a hablarme así, si yo ya no me pertenezco... Soy del reino.
Pero recuerde su majestad-que no hay enemigo pequeño y no conviene despreciar nada.
Por insignificante que pueda parecer. Por qué el inicio de un nuevo comienzo es el final de una historia.