Señor feudal
Por encima de las leyes hasta las celestiales, Don Miguel Treviño, joven apuesto y mal intencionado. A cada momento, en las tierras de más alta plusvalía de México, impone su ley.
Como si fuera el viejo oeste, como lo sería en la era medieval en Europa, para no dejar hebra suelta, utiliza las fuerzas de sus trabajadores, sus atribuciones y el exceso de legalismo, para demostrar legitimidad.
Igual arrasa con quienes despoja en sus predios humildes, como también, en un exceso de demencia, a Don Gustavo de la Garza, en un espacio dedicado a la cultura, en su hogar.
Miguel Treviño desconfía hasta de su sombra. Todo el tiempo restante de labor como cacique, señor feudal, virrey y hasta un poco dictador, aplasta las leyes. Pasa por alto, con muy mala fortuna.
Ha perdido mucho de la legitimidad y el respeto de los ciudadanos del municipio. Sus días de pinta, cada vez lucen menos angelados.
Desgastó el apellido Treviño Landois y toda la herencia de panismo en resistencia. Ya peleo con todos. Incluso quienes le apoyaron en la campaña.
Tan contradictorio resulta Miguel Treviño, como el beneficio, durante su campaña para la elección a la alcaldía, de haber usado el espacio, tan generoso de Don Gustavo de la Garza.
El mismo ahora en disputa entre el municipio y el particular. Tic tac. Tic tac. Avanza el reloj. Ni el senado, ni la diputación local o federal, será el siguiente escalón del apologista Miguel.
Solo el amargo recuerdo. Seis años lanzados al depósito estatal de basura histórica. Bravo, Miguel, síguele.