Yo también tengo cuates…
Pero no soy tan tonto para no advertir
Que al calorcillo de la herencia
Se reconcilian Abel y Caín y el tajo pasa por Valencia
Joaquín Sabina/Ataque de tos
La palabra cuate en mexicano español es muy dulce, cuando hablar de gemelos se trata, pero es muy sucia, si se usa especulativamente.
El dicho callejero y guarro afirma: “Yo también tengo cuates, pero no los invito a la casa”… Interprete usted, por favor.
Y es que si usted es de los crédulos que se tragan que gente como el diputado Carlos Rafael Rodríguez Gómez, conocido en Cadereyta Jiménez, Nuevo León, como “El Cuate”, les queda algo de vergüenza, déjeme lo corrijo: la calaña del ex verde y ahora naranja legislador, no llegaron “a servir” al Congreso ni a ningún puesto público para servir a la sociedad, al pueblo o a la nación, como pomposamente predica todos los días un señor que aburre en la tele. Llegaron a servirse y lo más que puedan.
Los mexicanos estamos bien jodidos, porque nuestras leyes, que antes eran ejemplo universal, permiten que esta estirpe siembre sus huevos de serpiente en nuestro nido.
Es más, Rodríguez Gómez resultó más indeciso que una quinceañera al escoger su vestido, ya que, hay que decirlo, resulta qué el legislador contendió y ganó bien el Distrito 23 bajo las siglas del Partido Verde.
Pero a dos días de iniciar funciones se declaró “diputado independiente” y ahora este domingo resulta que se sumó a la Bancada de Movimiento Ciudadano.
Si esa seriedad y tesón le va poner a su trabajo, imagínense la que espera.
Claro que “El Cuate” ya se siente soñado e invitado a la mesa del señor… Del señor Samuel García Sepúlveda.