A 50 años de que mataron a EGS
Un 17 de septiembre de 1973, cuando se dirigía a su trabajo en compañía de su chofer y asistente, fueron interceptados en las calles de Quintanar, colonia Bella Vista, por una célula de una organización criminal conocida como la Liga 23 de Septiembre.
Esos matones ideologizados pensaban que iban a secuestrar al empresario más fuerte de México, al que no se doblaba ante las instituciones del gobierno y que fue el gran promotor del desarrollo empresarial, de emprendedores, de las mejores condiciones laborales, así como de seguridad social, con casa, atención médica, esparcimiento y hasta la despensa les mandaban a sus casas para las personas y familias que trabajaban en su grupo empresarial.
Al hablar de estos hechos en automático pensamos en quien fue la víctima inmediata o quién puso su vida. Si me refiero al prohombre regiomontano ejemplo para muchas generaciones de emprendedores y capitanes de negocios, fundador de instituciones como el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores que recién acaba de completar sus 80 años, vecino de la colonia Obispado que gustaba de atender por sí mismo el jardín de su casa ataviado en su overol de mezclilla, como si él mismo fuera empleado de la casa (hay una anécdota del profesor y y licenciado Rogelio Villarreal Garza (QEPD) cuando acudió a él para pedir ayuda para la biblioteca).
Él fue una de las primeras víctimas del desprecio de los gobernantes llenos de complejos y frustraciones con pensamiento ligado a la izquierda comunista, en franca rivalidad hacia los exitosos empresarios, que digan lo que digan o pretendan cambiar la historia, ese hecho fue mandado o tolerado desde lo más alto del poder político mexicano y a quien en sus funerales le fue reclamado en su cara al presidente de México Luis Echeverría Álvarez –que se atrevió a venir al funeral– por los asistentes que con coraje y dolor reclamaron en el campo santo.
Ahora, con extremo cinismo pretenden en los nuevos libros de texto de historia narrar a la conveniencia de los comunistas este funesto atentado, donde perdieron la vida el empresario y sus colaboradores.
Este hecho marcó la relación entre los poderes político y económico desde entonces.
Ahora los empresarios son muy reservados en participar en las grandes decisiones nacionales, han quedado a deber a la causa de Eugenio Garza Sada, no hemos visto valor para increpar a los políticos perversos que han hecho lo que han querido, como apoderarse de bienes que por el producto de su trabajo y nómina nunca hubieran logrado esos patrimonios, y ejemplos hay muchos.
Después de 50 años siguen teniendo “precaución a los gobernantes” y no han sido capaces de llevar la voz cantante del progreso, se han dejado mancillar por leyes, impuestos y muchos actos de autoridad abusiva que no abonan al progreso de nuestra nación.
Sirva esta columna para hacer un pequeño pero sentido homenaje a don Eugenio Garza Sada y sus acompañantes.
Su obra queda, su ejemplo se ha seguido con cautela, requerimos la templanza para defender los intereses de la comunidad regia, saludo a la fundación que lleva su nombre y a sus descendientes nietos que son mis amigos y que buscan un mundo mejor y más sustentable.