Opinión

Donde termina el miedo, empieza Raúl

Emiliano Calvert DETONA: Este fin de semana, México ganó la Nations League.

Sí, esa copa que a veces parece más un torneo de pretemporada entre compadres que una verdadera competencia continental… pero, eh, una copa es una copa, y cuando la levanta la Selección Nacional, todos nos ponemos la verde aunque tengamos la de Cruz Azul en el corazón (o la del América, si Dios no nos quiere tanto).

Pero hoy no vengo a hablar de si el trofeo vale oro o latón. Hoy quiero hablar de alguien que sí vale oro, platino, y un par de tornillos de titanio en la cabeza: Raúl Alonso Jiménez.

¿Se acuerdan de ese impactante choque de cabezas en 2020 con David Luiz?

Sí, ese accidente que nos dejó helados a todos, como si a la Selección le hubieran desconectado el WiFi.

Raúl cayó como un guerrero que luchó hasta el último balón.

Literalmente.

Y muchos pensamos que ahí terminaba su historia.

Que volvería, pero a medias.

Que se regresaría a México, donde lo esperarían con los brazos abiertos y un contrato del tamaño de la nómina del Puebla.

Pero no.

Raúl hizo lo impensable: decidió seguir peleando en Europa.

  • No en cualquier lugar, en la Premier League.
  • La liga donde si pestañeas, ya te quitaron el balón, la novia y las ganas de vivir.
  • La más física, más rápida y más cab**na del mundo.

Mientras muchos jugadores toman el atajo: MLS, Liga MX, o ligas exóticas donde el pasto crece más lento que el juego, Raúl se quedó.

Aguantó banca.

Aguantó críticas.

Aguantó ser sombra de lo que fue.

¿Y saben por qué?

Porque su brújula nunca dejó de apuntar a una sola cosa: México.

Él no está en Europa por ego o por Dinero unicamente (aunque tampoco se lo pagan en vales de despensa).

Está ahí porque quiere estar en su mejor versión para la Selección.

Porque quiere seguir siendo ese referente que no se rinde, ese 9 que no se vende ni se dobla.

Porque entendió que su historia aún no estaba terminada.

Que el golpe en la cabeza no era un punto final, sino un paréntesis.

Y este fin de semana (y durante todo el torneo), lo demostró.

No sólo por el golazo, sino por la entrega, por el liderazgo, por ese grito de "¡vamos, carajo!" que todos los mexicanos llevamos dentro cuando suena el himno y hay una copa en juego, aunque sea una inventada.

  • Raúl Jiménez no es solo un futbolista.
  • Es un ejemplo de resiliencia, de perseverancia y de amor por la camiseta.
  • Es el tipo de jugador que prefiere romperse la madre en Europa antes que irse a vivir la cómoda y soleada vida de estrella local.
  • Es, en pocas palabras, el último samurái del fútbol mexicano.
  • Pero con tortillas y no sushi.

Así que sí, celebremos el título.

Pero celebremos aún más a los que hacen que ese título valga.

Porque en tiempos donde muchos se van a Qatar por los petrodólares o se jubilan en Miami con 30 años, Raúl eligió lo difícil.

Y eso, en este país de atajos, ya lo hace campeón.