Bukele, el poder y la gobernanza global
Podrán pensar que el llamado para la paz mundial que hizo nuestro presidente el día 16 de Septiembre, fue solo tomar un lugar común para salir de la advertencia que antes había lanzado sobre el recrudecimiento de la política energética, y seguro no se equivocarán.
Pero un discurso de esa naturaleza no está tan desenfocado cuando se fustiga a los organismos internacionales, como la ONU, por su inoperancia práctica y efectiva frente a los excesos del poder venga del país que sea.
Caray, ya es tiempo que dejemos de ver a la muerte violenta como algo natural e inevitable.
Paradójicamente, el mundo se va haciendo cada vez más pequeño y complejo a medida que la globalización avanza, dejando un residuo de problemas globales que se suman a las amenazas por seguridad climática, hídrica, energética y alimentaria, debilitando los delgados hilos de la diplomacia y dejando a los países más pobres como carne de cañón y territorio para jugar a la guerra entre los países desarrollados.
Pasamos de una guerra fría bipolar surgida en diferencias ideológicas, a una guerra fría multipolar que nace exclusivamente del dominio y la preeminencia económica.
Así es, para sostener los niveles de vida de 8 de los países desarrollados; posición que ocupan desde el fin de la Segunda Guerra Mundial; cada vez demandan más los excedentes del resto del mundo, pues si bien es cierto que el conocimiento y la tecnología son los impulsores de su posicionamiento hasta nuestro días, lo es también que requieren la mano de obra e insumos que la naturaleza no les dio. Todo ello se refleja en la acumulación de tensiones mutuas en relación a la influencia global y regional que deben ejercer.
El propósito subyacente es debilitar el liderazgo que los EU ejercen sobre todos los instrumentos de gobernanza global que bien o mal sostienen la poca estabilidad que rige al orbe desde la caída de Bretton Woods, y que han conducido la diplomacia hasta nuestros días.
En América se vive una guerra sorda, en la cual todavía los cañones no se ha dejado escuchar, pero Rusia y China inyectan los dólares en su poder, así como tecnología y armamentos, para alimentar conflictos locales que pretenden convertir en regionales, a través de países como Venezuela, Nicaragua, Chile, Cuba... naciones que siempre han dependido de la asistencia de algún país del G8.
El último agregado en esa lista de países peones es El Salvador.
Un país muy pobre que apenas en 1992, firmó acuerdos en México para concluir una guerra de baja intensidad que devasto a esa nación y que hoy de nueva cuenta apuesta por el regreso del autoritarismo a través de su presidente actual, Nayib Bukele, que de hecho lleva casi un año gobernando por decreto y que anticipó que romperá el orden constitucional de aquella nación.
Muy pronto seremos testigo de otro nodo de violencia auspiciado por las tensiones que ya se mencionaron antes.
Todo esto está ocurriendo muy cerca de nuestra frontera sur, así que no es descabellado el llamado del Presidente López Obrador para hacer una tregua mundial y al menos darse el tiempo para revisitar el orden de las cosas.
No debe olvidarse que nosotros también estamos inmersos en otro tipo de guerra que también se lleva a cabo en nuestro territorio con dólares y armas americanas. La lucha contra la violencia ya es causa de la pérdida del control oficial de algunas zonas del país, que por supuesto debilitan también el orden y la legalidad.
No existe un futuro de bienestar y tranquilidad posible para ninguna nación, en tanto el ejercicio del poder no regrese a sus cauces civilizados y racionales, rediseñando las prioridades de la gobernanza global para resolver el gran problema de la pobreza endémica y la explotación catastrófica que estamos haciendo del planeta.