¡Bye, bye, Twitter (X)!
En ese instante, Elon Musk (Twitter, X) y Mark Zuckerberg (Facebook), por mencionar sólo dos redes sociales, se sientan a nuestro lado en la mesa de casa, en el sofá favorito, en el rinconcito preferido del lugar de coworking o mientras saboreamos un Latte con leche deslactosada en el Starbuck’s.
Ellos no nos verán en batas y pantuflas, shorts o T-Shirts flojas, pero van a capturar por completo aquello que buscan con afán: nuestra atención, mentes y voluntades.
Capturar por completo quiere decir, precisamente, eso: en su totalidad.
Saltando la barrera de la conciencia ecológica, el sentido personal de decencia política y, por supuesto, las orientaciones políticas de cada uno, les entregamos nuestras preciosas individualidades a las redes sociales para que sus dueños hagan con ellas lo que quieran.
Yo ya me harté de eso.
- ¿Por qué voy a mantener la cuenta de Twitter que abrí en 2009 si hoy su dueño, el millonario de origen sudafricano Elon Musk, apoya financiera y políticamente nada menos que a Donald Trump?
- ¿Voy acaso a permanecer impasible ante el apoyo y la colaboración activa de Musk a la destrucción de la democracia y el civismo en los Estados Unidos?
Por supuesto que no.
No tengo nada en contra de los emprendimientos privados de Musk (Tesla, Starlink y SpaceX), los cuales son resultado de su audaz visión empresarial y la voluntad férrea de lograr sus objetivos.
Elon es un tipo muy inteligente y un empresario modelo a seguir para muchos jóvenes emprendedores en el mundo.
Su falta de compromiso político con la democracia, las alianzas y patrocinios políticos hacia Donald Trump, el político populista, racista y xenófobo que gobernará a Estados Unidos por segunda ocasión, es lo que no comparto y me parece motivo más que suficiente para romper con él.
¿Se va a tirar Elon Musk al piso a llorar cuando yo cancele mi cuenta de Twitter?
No lo hará, es más, ni se dará cuenta de mi acción.
A mí me hará sentir muy bien la cancelación de la cuenta tuitera como un acto de protesta política en contra de Musk y de la degradación de Twitter (me niego a utilizar el ridículo nombre de X), de ser un espacio equilibrado para el intercambio de opiniones políticas y sociales a erigirse en ring de boxeodel odio y la violencia verbal.
Abrí mi cuenta @rogeliux en Twitter en marzo de 2009, he enviado más de 10 mil 300 posts, sigo a mil 336 personas y tengo 651 seguidores.
Nada notable, es verdad.
Yo no buscaba cantidad, sin embargo, sino calidad en las personas que sigo y en quienes me siguen.
Todo había funcionado razonablemente bien hasta que la polarización se apoderó de Twitter y degradó su espíritu original.
Es una pena cancelar el contacto con muchas personas interesantes e inteligentes a quienes sigo y veo sus publicaciones.
Espero que ellas comprendan mi gesto político, por eso expongo públicamente las razones que sustento.
Por otra parte, a manera de “disclaimer”, mi experiencia de vida me permite hacer más fácil la cancelación de Twitter:
- Pertenezco a una generación (+60 años) cuya primera mitad de vida transcurrió sin internet, computadoras personales, celulares y smartphones, redes sociales e inteligencia artificial.
- No soy nativo digital, sino una persona anterior a internet.
- Me considero un hombre de las cavernas analógicas, pero que sabe perfectamente bien que se puede vivir sin las maravillas de la era digital y sus avances tecnológicos: todavía juego al ajedrez en un tablero de madera que llegó a casa hace 50 años, no por internet.
Gracias a esa experiencia de vida, más allá del glamour cibernético, yo sé distinguir el oportunismo político, la avaricia empresarial sin escrúpulos y una conciencia antidemocrática cuando la veo y actuar en consecuencia.
Así que, señores Musk y Zuckerberg, conmigo no funcionan sus hechizos y encantamientos digitales que aturden a las generaciones más jóvenes que la mía.