¿Crimen por Poder del Estado?

En el proceso que condenó a Jesucristo, se cuentan hasta veintisiete ilegalidades.

“Para quienes ambicionan el poder, no existe una vía media entre la cumbre y el precipicio”, escribía Tácito, así planteamos la tesis cuarta sobre el poder “La historia de la humanidad fue, ha sido y será La lucha por el poder. Hombres y mujeres de Todas las sociedades, hasta nuestros días, luchan a lo largo del interminable camino de la historia por la obtención, conservación y acrecentamiento del poder. En ese camino hombres y mujeres han cometido los más deleznables crímenes de lesa humanidad para mantener, acrecentar y perpetuar el poder de estado”.

Meditaciones llevadas a cabo con relación al Juicio de Jesús el Cristo, las cuales iniciaremos por la definición de ”crimen de estado”, la definición de Declaración Universal de los Derechos Humanos:

“Son actos generalizados, sistemáticos, cometidos por las autoridades de un Estado o por particulares que actúan por instigación o por orden de dichas autoridades o con su tolerancia, ayuda o complicidad; y, están dirigidos contra la población civil por motivos sociales, políticos, económicos, raciales, religiosos o culturales”.

Un juicio de irregularidades

En el proceso que condenó a Jesucristo, se cuentan hasta veintisiete ilegalidades.

Incluso en el proceso romano, el un marco de legalidad, también podrían apreciarse irregularidades procesales que nos llevarían a que, o bien el proceso se hubiese declarado nulo, o la inocencia del inculpado.

Enumeraremos algunos otros: 

Se violaron los principios de diurnidad, lugar y de publicidad...

...debido a que el proceso y la sentencia no fueron realizados durante el día en la plaza pública, sino que se hicieron durante la noche en la casa de Anás e interrogado además por Caifás y los sumos sacerdotes, se violó el principio de pena para falso testimonio.

Contexto Político Religioso de la época

Judea era un Estado teocrático, un Estado en el que lo más importante era la religión, cuyos dignatarios poseían máxima autoridad en la mayoría de los casos tanto religiosos como políticos, al poder religioso, al sacerdocio, especialmente al Sumo Sacerdote y ambos bajo el Imperio Romano del Cesar.

El mismo poder político del gobierno judío estaba sometido.

Los romanos sostenían el principio jurídico de que, con la conquista de un país, sus tierras pasaban a ser propiedad del Estado (romano), y a la vez les cedía en usufructo a los nativos, exigiéndoles, a cambio, el pago de tributos.

¿Quién tenía el poder de la muerte?

La pena de muerte, no podía imputarse entre judíos. En Judea, desde el gobierno de los macabeos hasta el siglo I d.C. el gobierno Romano era el que tenía el poder legal para castigar a las personas con la muerte.

El juicio de Jesús de Nazaret refleja bien este límite.

El inicio de proceso del Juicio se da cuando el poder del Sanedrín, sus miembros e integrantes de la nobleza religiosa del antiguo judaísmo y estudiosos del Talmud estaban siendo desacreditados por Jesús y estos no podían consentirlo. El delito que se le imputaba era la violación a la Ley Mosaica, conocida comúnmente como Tora.

Para inculpar a Jesús se aprehendió con la ayuda de uno de sus discípulos y fue llevada a la casa del máximo sacerdote, este le pidió juramento al acusado, sabiendo que no mentiría ni eludiría responder a la pregunta central:

  • ¿Eres el Mesías, el hijo de Dios?
  • Tú dices quién soy - le contestó Jesús.
  • ¡Blasfemia! ¡Blasfemia! - dijo Caifás, convencido de que ya no hacían falta testigos. Por fin había encontrado una causa para condenarlo.
Porque la blasfemia era el delito más grave de todos, del Código Penal judío: Jesús se había equiparado a Dios, al mismo tiempo. Calificó de blasfemia lo que Jesús le respondió.

Aquello condicionó al resto de los miembros del Sanedrín, pues entonces se consideraba que el sumo sacerdote era infalible, en la tradición cristiana también se atribuyó la misma infabilidad al Papa.

De Herodes a Pilatos

Según fuentes judeocristianas, cuando los del Sanedrín le envían a Jesús al gobernador Poncio Pilato pregunta: “¿Y qué voy a hacer con Jesús, al que llaman Cristo?” y al no encontrar causa, lo envió a Caifás, después de burlarse de él y este de nuevo cuenta devolvió a Pilatos y donde lo esperaban sacerdotes del Sanedrín y de nuevo Pilatos les preguntó qué se va hacer Jesús el Cristo, preguntó y los sacerdotes los que respondieron (sacerdotes y ancianos): “¡Crucifícalo!” (Mt 27: 22-23)

¿Quién sería responsable de la crucifixión del Nazareno?

Siguió diciendo Pilato: “Pues llévenselo ustedes y júzguenlo según su propia ley“. Los sacerdotes y escribas le contestaron: “Nosotros no tenemos ninguna autoridad para ejecutar a nadie objetaron los judíos”.

Pilato, al ver que los sacerdotes, le cuestionaron que si no lo culpaba, no era leal a Cesar, y además por la presión de Caifás, el Sumo Sacerdote del Sanedrín decide someter al preso al plebiscito, figura legal con la que “la voz del pueblo” decidía el destino del acusado.

Por lo que Jesús fue condenado a muerte por Pilatos, y la causa era como rebelde político, como zelota.

Se debe tomar en cuenta que el mensaje trascendente de Jesús resultó incomprensible, tanto para la mentalidad teocrática y sectaria de los judíos como para la mentalidad pagana de los romanos, que se engañaron acerca de las verdaderas intenciones de Jesús.

Su esperanza escatológica, es decir, pertenece o concierne a lo posterior a la vida terrenal del humano y a la historia humana, de la realización plena del Reino de Dios fuera del tiempo, llevó a Jesús a una actitud agudamente crítica frente al poder romano que lo hizo aparecer como zelota. Y los movimientos populares que suscitó su acción, indudablemente aparecían, ante los ojos de los romanos, como probables levantamientos contra el orden establecido.

Lo que se demuestra de manera incuestionable es que la ejecución de Jesús fue un acto político de estado, sobre todo cuando expresa y se especifica que Jesús fue ejecutado al modo romano, es decir, mediante la crucifixión y no con la pena de muerte judía, que era la lapidación.

Lo que corrobora la ejecución Política de Jesús, acuerdo con la tradición romana, en la cruz del sentenciado se colocaba el título, una tablilla en la que se especificaba el motivo de la condena la inscripción sobre la cruz, titulus, la sentencia:

INRI (Jesús Nazarenus Rex Iudeorum) “Jesús rey de los judíos”, aludía claramente a la razón política de la ejecución: éste pretende ser Rey, por lo tanto, pretende sustituir al César.

El Evangelio nos recuerda dos nombres: Anás, que ejerció sus funciones entre el 6 y el 15; Caifás, su yerno, entre el 18 y el 36, es decir, durante la vida pública de Jesús. Pero la verdadera «eminencia gris» seguía siendo Anás, que conservar y perpetuar el poder era una de las metas su secta.

A los ojos del prefecto Romano Pilatos, cualquier alteración del orden público en un momento tan cargado de violencia y de simbolismo, la libertad
del pueblo judío idea u acciones que debían ser inmediatamente eliminadas
por eso deseaba que fueron las autoridades judías la que culparan ya Jesús el Cristo, pues las figuras mesiánicas, como el maestro de Jesús Juan el Bautista representaban además un problema adicional para Roma: el reino de Israel había sido una monarquía teocrática, que tenía acuerdos con Roma por lo que la aparición de este tipo de líderes religiosos podía estimular una revuelta contra la propia ocupación romana. Además, en una concepción monoteísta, el Imperio Romano era una sociedad idólatra que entraba en directa oposición con la proclamación que hacía Jesús del “reino de Dios".

Señala que el delito por el que finalmente se crucificó a Jesús fue por el de subversión y no por el de sacrilegio, es decir, murió a causa de un delito político y no por un delito religioso, como pretendía el Sanedrín.

La lección que nos deja:

Caifás persuadió a sus compañeros de la necesidad de matar a Cristo, con el mismo argumento que han usado desde entonces tantos tiranos, presidentes, Reyes, políticos y terroristas:

"Vosotros no entendéis ni una palabra; no
comprendéis que os conviene que uno muera
por el pueblo y que no perezca la nación entera"

Ernesto Pompeyo Cerda Serna

Contador Público y Auditor. Socio del Despacho D. E. C.  y Miembro del Despacho Internacional PKF North American. Autor de los libros. Adiccionario Político. Kratologia. Literatura y Poder.