Don Carlos de Verdi: en vivo desde el MET

Al ver "Don Carlos" de Verdi, no podía dejar de pensar en Ucrania, en los poderes detrás del trono, en lo poco que aprendemos de las lecciones de la historia.
El Metropolitan Opera House de Nueva York presentó en transmisión HD la gran ópera “Don Carlos” de Giuseppe Verdi.

La casa de ópera neoyorquina anunció esta nueva producción de David McVicar como “primera vez que el MET presenta la versión original francesa en cinco actos”.

Esta declaración se debe de tomar con cierta dosis de sal: para ser pragmáticos, Verdi trabajó en dos versiones de “Don Carlos”; la versión original francesa en 5 actos, compuesta para la ópera de Paris en 1867. Esta versión de cinco horas ha sido pocas veces representada y posee música que Verdi cortó en 1883 para producir una versión italiana en 4 actos, más compacta, ajustando la orquestación, suprimiendo algunos números y componiendo algunas alternativas.

 

En 1886, Verdi autorizó una versión para Modena en la que se restituía el primer acto de la ópera y manteniendo la nueva disposición de los actos 2 al 5: principalmente una nueva versión (más efectiva) del dueto de Felipe y Posa, una nueva revuelta en la cárcel, al final del acto 4, así como un nuevo final de la ópera.

 

El MET se ha tardado mucho tiempo en probar la versión francesa de “Don Carlos”; desde la década de los 70’s algunas casas en Europa, incluyendo La Scala de Milán han rescatado esta versión.

Podríamos considerar en realidad dos óperas y posibilidades.

El director titular del MET; Yannick Nézet-Séguin, como francoparlante, fue clave para presentar esta versión. Sin embargo, el propio director decidió elegir algunos números provenientes de la versión 1867 y otros de la de 1883, por lo tanto no se trata de la versión “original” (la que se estrenó en Paris) sino una selección de las dos versiones (trabajadas ambas en texto francés y luego traducidas al italiano).

Las decisiones musicales me parecieron cuestionables: Utilizar la primera versión de la revuelta al final del acto 4 y la primera versión final de la ópera; ambos números muy por debajo de las segundas versiones; Verdi sabía muy bien lo que había flaqueado de su primera versión.

Sea lo que sea, Nézet-Séguin se ha reportado enfermo y la transmisión pasó a manos del director suizo Patrick Furrer, quien fue una grata sorpresa; logrando una lectura dramática de sonoridades oscuras, tiempos de gran flexibilidad y pulso firme.

La orquesta de MET se escuchó en estado de gracia, incluyendo el famoso solo de violonchelo en la gran aria de Felipe II.

El reparto, compuesto por diversas voces de casa del MET, fue en general de alto nivel, salvo una notable excepción. Matthew Polenzani hizo un Don Carlos que combinó un timbre viril con un canto sutil, fino, totalmente en estilo. Su voz no posee la riqueza de otras pero emociona y ha adquirido estatura artística. Cuando fue necesario escuchamos el metal suficiente.

Polenzani consiguió algo sobresaliente; nos hizo poner atención en lo demandante de este rol, uno de los papeles más exigentes de Verdi en lo expresivo.

Sonia Yoncheva, como su prometida y madrastra, hizo una gran Elisabetta, en los duetos logró comunicar la dignidad y tristeza de este papel; la voz más amplia y segura que la última vez que la escuchamos; el timbre posee las dosis suficientes de metal así como matices. La gran aria “Toi qui sus le neant” fue cantada en gran estilo, salvo algún agudo tirante. Es una pena que no se le permitiera cerrar la ópera con el segundo final (conformándonos con el patético coro de inquisidores).

Eric Owens fue decepcionante como Felipe II; hasta un palo de escoba podría ser igual de expresivo. Se contentó con moverse en escena con ojos plañideros y con una voz bastante velada. Trató pero todas sus confrontaciones fueron superadas por sus contrincantes. Su aria pasó apenas, fue un momento de cierto canto agradable pero no nos hizo olvidar a los recientes grandes Filippos, incluyendo Samuel Ramey y Ferruccio Furlanetto.

Etienne Dupuis, jóven barítono francés, hizo un Posa excepcional, para los anales. Fue el único (junto con Polenzani) que logró un canto idiomático, acariciar el idioma. Su voz es de gran belleza, lírica, expresiva, de una pieza.

Conmovió en su escena de la prisión, principalmente por la cátedra de canto.

Logró grandes momentos en sus duetos, incluyendo el célebre “Dieu tu semas dans nos ames” en donde su voz junto con la de Polenzani lograron una amalgama sonora deleitable.

Jamie Barton fue una magnífica Eboli; mezzo de voz amplia, agudos vibrantes, pasó un poco de apuros en la “canción del velo”; los staccatos cantados con sonido tirante y una coloratura de ciertas impurezas. En contraste sus intervenciones en ensambles y en su aria “O don fatal et deteste” le quedaron al dedillo; esta última fue un tour de force memorable; timbre pastoso, manejo impecable de dinámicas y fuerza de emisión.

Del resto podemos destacar el Monje de Matthew Rose (habría sido una gran Filippo), voz expresiva, oscura, de graves redondos. John Relyea como el gran inquisidor, haciendo uno de los más notables de los últimos tiempos con graves amplios y sin problemas para cantar los pasajes incómodos en su registro agudo. Meigui Zhang como el paje Tebaldo mostró una voz de mezzo de gran promesa; sacó gran partido de su comprimario cantando con voz firme y expresiva.

El Coro del MET se lució en la escena del Auto de fe. Les ayudó haber sido colocados en distintos niveles del anfiteatro que sirve de escenario principal.

Desafortunadamente, la producción de McVicar ha quedado a deber: oscura, gris, sin los colores contrastantes suficientes en la escena de Fontainebleau. El escenario principal es una especie de anfiteatro con arcadas en varios niveles que recuerdan a un mausoleo o los pacos de una casa de ópera derruida.

Estas arcadas están inspiradas en las del monasterio de San Yuste (morada final de Carlos V). Ciertamente este entorno sombrío es adecuado para la escena del monasterio, la cárcel y el final, mucho menos efectiva para los aposentos de Felipe II, Fontainebleau y el auto de fe (esta tendría que ser una escena en un recinto sacro.

Una excelente propuesta escénica compensa lo estático del entorno...

...salvo el clown del auto de fe: uno de esos casos en donde los directores de escena creen que toda música tiene que ser rellenada con danza.

Una mañana y tarde muy disfrutable en compañía de Verdi, en uno de sus grandes trabajos. Muy pertinente también en su contexto político; no podía dejar de pensar en Ucrania, en los poderes detrás del trono, en lo poco que aprendemos de las lecciones de la historia.

Ricardo Marcos

Ex Presidente del Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León, CONARTE.