Siete Puntos

Dos de octubre: ¿sí se olvida?

Da miedo que el ejercito en México pueda pasar de ser obediente ejecutor a sujeto activo...
1.

Muchos jóvenes, y otros no tanto -ahora éstos son más- coreamos en las calles “¡Dos de Octubre! ¡No se Olvida!”, en referencia a la matanza estudiantil de 1968, en la que policías y militares dispararon contra una multitud, formada en su mayoría por jóvenes universitarios.

La masacre se inscribió en los anales de la historia mexicana como uno de los hechos más abominables, en el que, de acuerdo a ya miles de testimonios, libros, películas y reportajes, las fuerzas armadas acataron órdenes de su jefe máximo: el Presidente de la República.
2.

El movimiento distó mucho de ser exclusivamente estudiantil: académicos, intelectuales, obreros, organizaciones campesinas, y hasta amas de casa se sumaron a la indignación por lo ocurrido.

Para muchos analistas, así como el terremoto de 1985 parió a la sociedad civil mexicana, de la misma manera la ejecución del 68 gestó una conciencia colectiva en todo el país. Como memoria denunciante, manifestación de inconformidad ante el atropello, cada año, desde hace 54, se sigue gritando la consigna:

“¡Dos de Octubre! ¡No se olvida!”.

3.

Pero. A ver...

Todas esas movilizaciones, que ya forman parte de la cultura nacional, opuesta al autoritarismo y las represiones, y apostadora de una sociedad incluyente y libre, tenía como telón de fondo la crítica a la actuación de los soldados en esa tragedia, a la que se necesitaba agregar el “halconazo” de 1971, la matanza de Acteal, Chiapas, en 1997, y ahora la de Ayotzinapa en 2014.

En todas estas tragedias, con mayor o menor protagonismo -actuando de manera directa o vía paramilitares-, la milicia mexicana tuvo una directa participación.

4.

Pero en todos estos eventos los conscriptos obedecían órdenes de autoridades civiles o, en el peor de los casos, de los capos criminales que se apoyaban en las tropas para combatir a cárteles rivales.

De ahí que las protestas callejeras del dos de octubre se dirigían, de manera preferencial, no hacia los autores materiales de las citadas barbaries, sino poniendo en el blanco a las matrices intelectuales: gobernantes civiles o jefes del narcotráfico.

Pero la reciente incorporación del ejército a fundamentales tareas civiles, los inmensos…

5.

… financiamientos que está recibiendo, el incuestionable poder transexenal del que gozará, cambia de manera radical su presencia en este tipo de acontecimientos.

Da miedo que pueda pasar de ser obediente ejecutor a sujeto activo; preocupa el que, poco a poco, se presencia ya no sea para atender a damnificados por desastres naturales -como siempre lo ha hecho, y de manera ejemplar- o con el fin de garantizar la paz en algunas regiones conflictivas, sino buscando garantizar la consolidación de su fuerza y prebendas.

6.

Sin embargo, lo que más preocupa no es eso.

Alarma el que la milicia, cada vez más poderosa y último reducto de seguridad institucional, sea tan vulnerable como cualquier ciudadano, y pueda ser hackeada, parece, con toda facilidad.

¿Nos olvidamos, entonces, del dos de octubre, como paradigma nacional de la lucha contra las libertades en este país? No.

Hoy más que nunca debemos recordarlo… para que no se repita. Y visto que la clase política tiene problemas de amnesia, construyamos desde la sociedad un México en donde ya no se den esos atropellos.

7.

Cierre ciclónico.

Y hablando del dos de octubre... Desde el 15 de junio del 2007, la Asamblea General de las Naciones Unidas estableció esta emblemática fecha como clave en la historia no sólo de México, sino del mundo:

es el Día Internacional de la No Violencia.

Y no está de más recordar que, junto a la violencia física, existen otros muchos tipos: económica, psicológica, emocional, sexual y hasta religiosa.

Sí, cuando violentamos la conciencia de las personas tratando de imponerles por amenazas -como el infierno, por ejemplo- nuestra concepción de Dios.

Padre Paco

El sacerdote José Francisco Gómez Hinojosa (Monterrey, México, 1952) es el actual Vicario General de la Arquidiócesis de Monterrey. Es diplomado en Teología y Ciencias Sociales por el Departamento Ecuménico de Investigaciones de San José, Costa Rica, y doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Ha sido profesor en el Seminario de Monterrey, en la UDEM, el ITESM, la Universidad Pontificia de México, el Teologado Franciscano, el EGAP (Monterrey) y la Universidad Iberoamericana (Centro de Extensión Monterrey).