En crisis, se ocupa del adulto mayor
Platicar con Salvador I. Reding Vidaña, Economista, pensador, editorialista, practicante de la religión católica y defensor de la vida, es un deleite, por ello decidí hacer esta entrevista sobre el estatus de los adultos mayores en estos tiempos tan convulsionados.
RMO:
Buen día Salvador, platícanos sobre lo que significa envejecer en la actualidad.
SIRV:
Gracias por darme la oportunidad de compartir esta vivencia.
Cuando las personas se sienten envejecer, perder o ver disminuir ciertas capacidades, desde correr y brincar, digamos, hasta no poder recordar hechos y personas, se olvida muchas veces algo: que la vida enseña y nos hace sabios.
Cierto que la edad avanzada nos va volviendo lentos y débiles en nuestros cuerpos, y hasta aparecen enfermedades que los más jóvenes no sufren.
Pero siendo la vida un don de Dios, que nos mantiene en la vida terrena “por alguna razón que él sabe”, la edad avanzada nos da algo que la juventud apenas empieza, personalmente, a conocer y sobre todo a apreciar.
Se llama sabiduría.
RMO:
La sabiduría se da al avanzar los años.
SIRV:
Sí, la edad nos va haciendo sabios, ya sea que aprendamos a veces por las buenas o por las malas, buenas y malas experiencias.
Los pueblos, a través de la historia del mundo, han sabido en mucho apreciar la sabiduría del anciano (ahora digamos de la persona de la tercera edad), y los grupos conocidos en general como “consejos” de ancianos abundan.
Pueblos y tribus han acudido a sus mayores, a sus ancianos, para que les aconsejen (y a veces hasta que les ordenen) lo que deben hacer ante determinadas situaciones.
Los viejos se van viendo convertidos muchas veces en auténticos jueces.
RMO:
¿Cuál es la diferencia en el aprendizaje y la sabiduría?
SIRV:
Lo más interesante, es que el aprendizaje que se vuelve sabiduría para conocer a la persona humana y su andar en la vida es tanto consciente, producto de la voluntad de aprender como del inconsciente, cuando el anciano se da cuenta que sabe algo, mucho por cierto, que aprendió hasta sin esa intención.
La experiencia se vive y se guarda en la mente. La vieja conseja de “conócete a ti mismo”, con los muchos años se va haciendo realidad.
RMO:
Es decir, la persona va reconociendo que se hace sabio.
SIRV:
Es cierto, al irse haciendo sabio y reconocer que se ha adquirido esa sabiduría, como digo voluntaria o hasta involuntariamente, se va adquiriendo una responsabilidad de usarla para el bien propio, pero sobre todo de quienes nos rodean, los niños y los jóvenes, y de la familia o comunidad en la que viven.
Y no se trata del posible conocimiento técnico o científico, que también se da, sino del ser humano, del manejo de su vida, de la relación con otras personas, del respeto a los demás y de las precauciones ante los peligros y oportunidades que la vida va presentando.
RMO:
¿Qué actitud tiene la juventud?
SIRV:
Hoy en día, ante peligros diversos, los más jóvenes deben pasar del “no pasa nada” o a mi “me vale” (porque “eso” sólo les pasa a otros, no a mí que soy tan listo) al “deja ver qué me aconsejan”.
RMO:
De verdad, ¿crees que los ancianos tienen una visión mas clara de la vida?
SIRV:
Los ancianos, en su sabiduría de vida, pueden tener una más clara visión de lo que sucede en el desarrollo de las personas y en especial respecto a los más cercanos, la familia, y de las personas sobre las cuales, por razones de trabajo, por ejemplo, o de puestos de enseñanza o administración pública, existe alguna forma de autoridad sea formal o informal.
RMO:
Es necesario ser creyente de una religión, para ir aprendiendo.
SIRV:
Una cosa que se va aprendiendo al irse haciendo sabios, cuando esto se aprecia, es distinguir en lo posible cuando algo es voluntad de Dios y cuándo decisión humana.
Se aprende a dar gracias a Dios por algún hecho nuestro (o ajeno) o hacernos personalmente responsables del mismo. Se va aprendiendo a no culpar a Dios de nuestros errores, sino a asumirlos responsablemente.
RMO:
La sabiduría, debes guardarla o compartirla.
SIRV:
Esa sabiduría de vida se puede guardar en un cajón y darla solamente como algo que ha sido bueno y ya, o bien asumir la responsabilidad de que todo saber, en especial respecto a las personas, debe ser compartido.
El anciano, y muchas veces no tan viejo, ha aprendido algo que contradice el dicho popular de que “nadie aprende en cabeza ajena”.
El anciano ha aprendido, a fuerza de experiencia de vida, que sí se puede aprender en cabeza ajena, que lo que otros, no solamente ellos, hacen bien o mal puede tener consecuencias también buenas o malas.
RMO:
¿Crees que en general los jóvenes reconocen la sabiduría de los adultos mayores?
SIRV:
Los más jóvenes que saben apreciar el saber de sus mayores, pues la vida lo va enseñando desde la juventud, les preguntan qué deben hacer o pensar ante tal o cual situación y recurren al buen consejo u opinión.
Van desde el “papá (o mamá) ¿qué piensas sobre esto que te cuento, o qué me aconsejas que deba de hacer?”.
Para el niño en general, sus papás saben “todo”, basta preguntarles.
RMO:
Sin embargo, los jóvenes son soberbios, ¿verdad?
SIRV:
Para los jóvenes el “creo que debo preguntarles a papá o mamá o al tío o al maestro, y ver qué me dicen” se va adquiriendo con los años, a veces pronto o no tanto y en ocasiones, cuando la soberbia es lo dominante, nunca: “yo sé muy bien lo que es y lo que debo de hacer, nadie me lo va a decir, no lo necesito”.
Y el “caray, me equivoqué, tenía razón papá” se presenta como aprendizaje de vida, sabiduría.
RMO:
Una pregunta mas profunda. ¿la edad es un regalo divino?
SIRV:
Sí, la edad es un don de Dios, y lo que ésta nos va enseñando y se va recapacitando, reflexionando, tiene un valor que es a la vez una responsabilidad.
Que se debe de apreciar y poner al servicio de los demás, para lo cual, en casos de consejos no pedidos, debe irse practicando con otra parte de la sabiduría por edad, que es la prudencia y la sagacidad para saber cómo decir las cosas y cuándo decirlas.
Y algo muy importante: cada vez que la sabiduría de vida adquirida se comparta con los demás, orar al Señor para que nos ilumine
RMO:
Gracias amigo Salvador, por compartir generosamente estas reflexiones de vida tan profundas.