La banalidad de Narciso
Coloquialmente, el quehacer político se asocia a lo artificioso, ello deriva de la necesidad de mantener el engaño, para hacer efectiva la acción, el discurso, las promesas y las esperanzas.
El engaño debe funcionar con apariencia de verdad, incluso apoyándolos con números, aunque no sean los reales.
A esto se le hace llamar autoficción: expresión que se acuñó por vez primera a finales del siglo pasado, en la novela de ficción.
La palabra autoficción claramente implica el hacer de la ficción, también a nuestra personalidad, ser una ficción de uno mismo.
En la práctica, se trata de combinar el relato testimonial con relatos ficcionados, creando una narrativa que aleje a los hombres y mujeres, de la realidad, provocando así un intrigante juego en el que la sociedad, el público no pueda distinguir qué sucedió realmente y qué no.
Curiosamente, se puede decir que al borrar la frontera entre lo verdadero y lo ficticio, la experiencia se aproxima más a lo diario a lo cotidiano: se ha demostrado que nuestros recuerdos tienen cruces con la invención a partir de la propia percepción y subjetividad con que nos pasó una experiencia. Así pues, recordamos como propias escenas, aunque en realidad nos fueron narradas o que presenciamos en alguien más o que simplemente nos inventamos, y desde luego nunca acontecieron. Entramos, pues, en un campo escénico cubierto de manera nociva de paradojas.
"El arrebato de Narciso, es solo una banalidad", una desmesura y un elogio al encubrimiento de la incompetencia e incapacidad, en tanto que juega con la idea de autoficción narrativa hasta sus últimas consecuencias. Por lo que se requiere mantener una sensación de clímax, que se hace necesaria alargar durante más tiempo que en cualquier otro sexenio, que hace que el ciudadano esté todavía viviendo en una atmósfera oscura, que lleva diariamente a sobresaltar al espectador, con inesperados giros de guion de la narrativa y en el que, mantener la atención a través de persecuciones, discursos de odio, misterios que se revelan y caza de adversarios, sean o no sean corruptos, situaciones en las que nada es lo que parece.
Diariamente, en un afán de propaganda, se presenta a culpabilidades del pasado, intrigas y enigmas en los que se ve envuelto un grupo de personajes cuyas historias como candidatos, nos mantienen a la expectativa, acudiendo a una fórmula narrativa conocida como la dilación, en la cual la solución de la historia se prolonga para aumentar la tensión o la incertidumbre. que, debido al constante lucha por el poder de los candidatos a sucederlo, y aumentar el suspenso, y que esto genere la necesidad de finalizar la historia de la sucesión, pero que manteniendo la ansiedad, la emoción y la incertidumbre, hasta la resolución del tema de la sucesión, a pesar de ser uno hecho de los más común y con tiempo determinado de resolución.
Esta provocación del político en el poder es filosa e instructiva ya que nos hace reflexionar en cómo se ha tejido, con el fino hilo, (como el que teje la araña con precisión y paciencia), ya que, sin percibirlo, nos llega un momento en que ya estamos atrapados por la delicada trama. Tan es así, que en el momento más definitivo del relato podemos sentir en el propio cuerpo, el emocionante momento del fin último de la consumación de sucesión.
Pero recuerden que nada es lo que parece y que: