La diplomacia de los aranceles: cuando juegas a ser el “Bully” del mundo
Su filosofía es sencilla:
"Si me caes mal, te subo los aranceles. Si me caes bien, también, por si acaso".
Y así, sin más, el mundo entero tiene que bailar al ritmo de su metralla comercial.
En esta nueva temporada de la novela arancelaria, hemos visto respuestas dignas de una serie de época:
- Canadá, el vecino amable que suele quedarse en su carril y decir "sorry" por todo, ha decidido sacar ponerse las pilas. Con una mezcla entre pragmatismo y agresividad, ha respondido con la misma moneda: más aranceles y conferencias de prensa que parecen escritas por guionistas de películas de guerra.
- México, en cambio, ha optado por el método del estoicismo zen. Mientras Trump patea el tablero, México cruza los brazos, respira profundo y se limita a jugar sus cartas con cautela. No hay show, no hay desplantes, solo un silencio calculado que parece decir: "No nos hagas hablar porque cuando hablamos, hablamos fuerte y en el zocalo".
- China, el maestro de la paciencia y las estrategias de largo plazo, ha pasado de su clásica indiferencia a un mensaje claro y tajante: "Estamos listos para la guerra que quieran"—porque si algo han demostrado los chinos es que cuando deciden pelear, lo hacen con toda la maquinaria lista y sin titubeos.
- La Unión Europea, por su parte, ha preferido no entrar en la batalla comercial directamente con Trump, pero sí ha redirigido su pólvora hacia Rusia. Su apoyo a Ucrania ya no es solo simbólico: hay dinero sobre la mesa y, más aún, 17 líderes movieron sus agendas en un instante para recibir a Zelenski en Reino Unido.
Y aquí estamos, viendo cómo el mundo se convierte en un tablero donde cada pieza se mueve con sus propias reglas.
Pero si hay algo en común, es que nadie está ganando tranquilidad con el "tiranismo arancelario" de Trump.
Sus medidas, lejos de generar orden, han provocado caos, alianzas inesperadas y una sensación global de incertidumbre.
Porque, ¿qué pasa cuando el tipo más problemático del salón empieza a empujar a todos?
Bueno, al final, o lo ignoran hasta que se canse, o se unen para darle un golpe de realidad.
El punto es simple: este tipo de juegos de poder no traen estabilidad, ni paz, ni confianza.
Solo nos recuerdan que vivimos en una sociedad donde la diplomacia muchas veces se traduce en golpes de pecho y amenazas a la cartera.
Y mientras tanto, la gente común sigue pagando el precio de estas guerras de egos.