La tormenta de mierda tiene muchas causas.

La verdad y las redes sociales.

¿Qué es la verdad?;  ¿Lo que se dice? ¿Lo que se dijo que se dice? ¿Lo que se cree de lo que se dice? ¿Lo que se quiere creer que se dice? No hay una respuesta contundente. 

En el siglo XXI se ha recorrido tal camino de deshonor (después de todo, el honor es una palabra que se la lleva el viento, diría Shakespeare) que mentiras, medias verdades, son consignadas en cualquier medio. La responsabilidad está del lado de quien consigna, del que escucha y del que dice.

Las redes sociales se han convertido en un hervidero de mentiras e incongruencias que por alguna razón no pasan por filtros. 

Se dicen cosas con la mayor facilidad. Se cuestionan acciones, individuos, gobiernos, empresas, con la mayor ligereza. 

A mi modo de ver estamos en una época que bien a futuro podrán definir como “Neo Medievo”.

Los nuevos esoterismos, creencias absurdas, falacias, conocimientos anticientíficos están a la orden del día y sus propagandistas viven impunes, incluso teniendo tribunas privilegiadas. 
 

El principal problema es la tecnología que se ha adelantado a la capacidad de procesamiento del propio cerebro humano. 

Si hay un emisor de bulbos, este es el cerebro humano; lo que se dice no necesariamente es lo que se quiere decir pero al quedar registrado sirve para un escrutinio severo. 

A veces me pregunto si cuando hemos sido tan severos con el lapsus o resbalón de algún político que pronunció mal un nombre o realizó una conjugación incorrecta no será más por la necesidad de escapar rabia acumulada cual olla exprés, que un verdadero impulso a resguardar la integridad del lenguaje. 
 

¿Por qué los políticos, que paradójicamente surgen de las filas ciudadanas, tendrían que ser perfectos? Cualquier reclamo háganlo a la democracia. 

De ella ya me ocuparé. Los que venimos de Beocia (Donde se encuentra nuestra gruta), la conocemos bien. 

Y hablando del honor, a pesar de que está demodé, me gustaría recordar que es “la cualidad moral que nos lleva al cumplimiento de nuestros deberes respecto del prójimo y de nosotros mismos”.

Dejemos el concepto “moral” para otra ocasión y centrémonos en el cumplimiento de nuestros deberes; hacer lo que es correcto, tanto para los demás como para nosotros mismos. 

Esto no solo aplica para quienes trabajamos en el sector público (curiosamente se nos olvida la importancia de esto en nuestra vida como ciudadanos). 

Pronto caudillos y personajes hablan de un fracaso o incumplimiento. Cuanto me habría gustado este escrutinio aplicado a los gobiernos de las administraciones anteriores de Veracruz, Coahuila, Nuevo León, Quintana Roo, Chihuahua, por poner un ejemplo; en frente de todos birlaron a la ciudadanía. 

Ciertamente hay intereses partidistas de que los movimientos ciudadanos no prosperen. Sigo pensando en que el futuro político de México implicará una renovación de los partidos y un crecimiento del movimiento ciudadano. 

Por lo pronto no nos vendría mal un poco de honor ( o mesura) en declaraciones descalificatorias. Es natural que el poder se contrarreste con crítica (afortunadamente, de lo contrario esto no sería una democracia) pero adelantarnos a evaluar un proyecto de gobierno en 17 meses y con un  Estado que se recibió en ruinas, me parece oportunista. 

Para dejar una reflexión más sobre el tema de la verdad y las redes sociales, me remito un momento al libro de Byung-Chul Han, “En el enjambre” (Erder, 2013). 

Refiriéndose a las “shitstorm” (Tormenta de mierda) comenta que el respeto va unido a un nombre. El anonimato es el antagonista de este respeto. 
 

La comunicación digital es entonces, principalmente, anónima y por lo tanto “destruye masivamente el respeto”. 

La tormenta de mierda tiene muchas causas. “Es posible en una cultura de la falta de respeto y la indiscreción.” No sé a ustedes pero a mí una tormenta de mierda me evoca al medievo. 
 

LECTURAS DE MI MESA DE NOCHE
Lo he sostenido muchas veces, pero en este aspecto me he quedado predicando en el desierto: Julian Barnes es uno de los grandes escritores de la actualidad. 

Si tan solo diéramos un vistazo a la literatura inglesa y un poco menos a lo que pasa en Estados Unidos, por ejemplo. 

La prosa de Barnes (vale la pena leerlo también en inglés) es directa, enemiga de lo intrincado. Sus personajes generalmente son espectadores de acontecimientos que frecuentemente están fuera de su voluntad. 

Su más reciente obra “El ruido del tiempo” es un apasionante retrato del compositor ruso Dimitri Shostakovich, su pensamiento, su tiempo. 

Ahí está ese espejismo que fue la Unión Soviética de Stalin, las reformas de Nikita “el mazorca”, la censura, el poder de los representantes de artistas como Krennikov. La obsesión por la muerte en sus últimos años. Sus amores y sus hijos. 
 

El hombre atormentado y a su modo valiente y provocador, queda plasmado en este maravilloso texto que se une a “El loro de Flaubert” o “El sentido de un final” como sus grandes trabajos. 

Ricardo Marcos es Presidente del Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León,  CONARTE.

Ricardo Marcos

Ex Presidente del Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León, CONARTE.