Las huellas del vandalismo
“Marco se posiciona, defiende y se solidariza con los derechos de las mujeres y considera el grafiti en el muro exterior del museo como una expresión de protesta, una propuesta estética y política del movimiento feminista” (…)
“Se está estudiando las vías sobre como conservar una memoria de la manifestación femenina plasmada en el muro desde el 8 de marzo, pues son expresiones sumamente simbólicas”. Señala parte del mensaje.
Dos imágenes saltaron a mi mente al terminar de leerlo.
La primera, la del famoso arquitecto Ricardo Legorreta Vilchis (QEPD), diseñador de Marco, y a quien tuve el gusto de conocer en alguna época de mi vida.
Un hombre enamorado de México y de lo más representativo de nuestra cultura mexicana: sus vibrantes colores, sus acogedores rincones, sus patios interiores. Un arquitecto que siempre buscó plasmar esa belleza de lo nuestro en sus obras. Independientemente de los grandes y abiertos espacios que solía diseñar, Ricardo Legorreta les imprimió ese toque armonioso que los volvía cálidos y sobrios a la vez.
Basta con echar un vistazo a algunas de sus obras más importantes:
- El famoso y legendario hotel Camino Real de la CDMX
- El Museo del Papalote
- El Tec de Monterrey campus Santa Fe
- Nuestro querido MARCO entre muchas otras...
...y uno puede captar ese mensaje de paz y armonía a través de sus diseños.
Me pregunto: ¿Qué diría Ricardo al ver el exterior de su gran obra arquitectónica violentada, grafiteada, sucia, con mensajes agresivos, o consignas pidiendo aborto legal?
¿Estaría de acuerdo con el comunicado de MARCO, contemplando la idea de dejar esas pintas en parte de la fachada principal? ¿Entrarían en los parámetros de conservación que el marcó para cuidar el edificio a través de los años?
La segunda imagen en mi mente fue la de las feministas vándalas, las que destrozaron los vitrales del Palacio de Gobierno, incendiaron parte de la entrada, destruyeron aparadores, comercios, pintarrajeron las bardas que encontraban a su paso.
Recordé además aquellos pañuelos verdes que portaban algunas de ellas con pancartas a favor del aborto, es decir, de la violencia a las bebitas en el seno materno.
¡Cuánta incongruencia! me dije.
Mientras decenas de mujeres exigían auténticos derechos, como el combate a la violencia de género, el respeto hacia la mujer... Otras hacían violencia en las calles y no respetaban la propiedad privada.
Nos urge recordar que las marchas o protestas sociales pacíficas son un derecho constitucional. Todos podemos y debemos manifestarnos, demostrar inconformismo ante injusticias sociales. Tenemos la libertad de expresarnos por esa vía.
Pero ojo: A lo que no tenemos derecho, ni los gobiernos lo deben permitir y tolerar es al uso de esas marchas para vandalizar, pintarrajear, o causar cualquier tipo de destrozo en nuestra ciudad.
¿Cómo es posible por un lado exigir derechos propios y por el otro pisotear los ajenos?.
Por esto y más le decimos a MARCO:
¡No te aceleres ni precipites!
Analiza fríamente si será bueno para la imagen del museo y de Monterrey dejar las huellas del vandalismo callejero como un “simbolismo” de lo ocurrido. Si realmente sería un mensaje positivo y expresaría el sentir de la gran mayoría de las mujeres regiomontanas.
O no será mucho mejor, de mayor impacto, borrar las pintas y grafiteos y en el mismo espacio colocar una gran placa conmemorativa del 8M. Una placa en donde se recuerde a todas las mujeres que tomaron las calles para exigir el fin de la violencia física, verbal y psicológica, de los acosos, el alto a las violaciones, a las desapariciones, a los secuestros de sus niños por ex parejas.
¿No sería mucho más serio, digno, simbólico mencionar el 8 de marzo como el día en que cientos de mujeres exigieron respeto a su dignidad, a sus derechos humanos, deslindándose de los actos violentos ocasionados por ciertos grupos que no representan a esa gran mayoría?.
No hay más. En medio de tanta sorpresa, confusión, bombardeo de información difícil de procesar, hay que dejar las cosas claras: