Manual de estilo para medios Sci-Fi
Recientemente, y nada más de oquis, me preguntaba cómo incidir en la opinión pública y presionar a un cuerpo legislativo contra una iniciativa de reforma. Me respondí:
Elegiría muy casualmente, por ejemplo, la reforma sobre el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
Buscaría una portada llamativa en por lo menos un par de portales de noticias y si es posible en tirajes impresos.
Publicaría entonces una nota que diga en su título algo así como que los partidos se ponen de acuerdo para conseguir impunidad frente al TEPJF.
Luego, antes de ampliar la información, introduciría el tema en uno o dos párrafos que reiteren lo que dice el titular pero, además, aseguraría que...
... los partidos usarían al Congreso de la Unión para lograrlo.
También diría que para hacer eso quieren limitar las facultades del tribunal para dictaminar el sentido de las leyes, reiterando que esto favorecería que los partidos hicieran lo que se les pegara la gana.
Enseguida, sin citas, ni datos inmediatamente cotejables, ni argumentos explícitos, ampliaría el tema con referencias circunstanciales y temas sensibles como minorías afectadas, porque aunque no siempre es verdad en los hechos, “minoría” parece implicar “indefensión”, y eso cala.
Concluiría ofreciendo una solución que, por supuesto, conllevaría mi objetivo fundamental: que no se apruebe la iniciativa.
Si hiciera esto, desde su titular la nota dejaría de ser informativa para calificar y emitir una opinión, es decir, editorializar.
Luego, en los primeros párrafos se induciría un rechazo a un proceso legislativo.
Yo fingiría demencia y propondría el texto como nota informativa, no como editorial o columna de opinión.
¿Por qué haría yo ese trastupije periodístico?
Pues porque con sobrada razón sospecharía de la repentina coincidencia en un tema por parte de las aguerridas, tramposas y polarizadas fracciones legislativas.
Desde luego que sólo por eso la reforma debería estar preñada de intereses.
Esto desahogaría mi conciencia por atentar tan obviamente contra la deontología del periodismo.
Dormiría tan tranquilo.
- Hubiera podido mejor elegir hacer un artículo de fondo, sin adjetivos, sobre los puntos relevantes de la reforma.
- Citar y exponer con exactitud aquellos que afectan a minorías y que favorecen procesos antidemocráticos en los partidos.
- Dar voz a las minorías afectadas y a las disidencias militantes.
- Equilibrar, en voz de la contraparte legislativa y partidista, con precisión, en cada punto cuestionado.
Con el apoyo de juristas reconocidos e imparciales, exponer contradicciones y el escenario legal de antes y después de la reforma.
Sí, sería lo correcto, pero me daría pereza.
Además, pocos se tomarían la molestia de leer una nota de más de cinco o seis párrafos de tres líneas, con mayor razón si implica cotejar datos y reflexionar sobre posibles escenarios.
Mejor disfrazo mi opinión como información.
Al cabo nadie se daría cuenta de la trampa, ni siquiera si logran ir más allá del título y el extracto.
¿Suficiente para imponer mi criterio? ¡Claro que no!
Es sólo para abrir boca… es decir, las bocas de los...
villamelones de las redes sociales cuyo cerebro no alcanza para otra cosa que repetir ideas ajenas que justifiquen las fobias propias.
¡Son muy útiles! La inquina estaría sembrada en fértiles vacíos ideológicos.
Entonces sí, yo desplegaría más notas relacionadas, ahora para reforzar y ampliar el ganado bravo de redes sociales, y además, ahora sí, para presionar a los congresistas.
Seguiría con titulares apocalípticos que sugieran impunidad, partidocracia, malvado acoso al “impoluto” tribunal y a los impolutísimos magistrados electorales.
Esta vez sí, con precisión quirúrgica, apelaría a un nutrido grupo de “expertos” en lo que sea pero que, necesariamente, opinen pontificiamente contra la reforma.
Evitaría por todos los medios, propios y ajenos, una auditoría crítica de los magistrados.
Trataría de evitar hasta donde fuera posible poner en evidencia las fricciones y disyunciones que existen en las alianzas partidistas (todas ellas) y en las organizaciones dizque apolíticas que suelen aumentarles la manada en las marchas.
Sería difícil no exponer esa crisis tan obvia, pero podría destacar las rupturas que convengan a mis propósitos y así distraer al lector perezoso.
En general, mantendría el criterio de cargar los dados con palabras clave que induzcan una reacción instintiva en el titular y en los primeros dos o tres párrafos (breves); si acaso podría ilustrar con un gráfico llamativo.
Siempre apostaría a la reluctancia generalizada hacia la lectura.
Entre más esquematizado, mejor.
Así mantendría la campaña todos los días hasta que finalmente consiga mi objetivo.
De no lograrlo, publicaría...
....feroces reclamos, hasta al Altísimo...
...si es necesario pero, eso sí, nunca asumiría mi derrota; por el contrario, con mucha higiene personal, como Pilatos, proclamaría la derrota de todos pero no la mía.
Claro, esto sólo es un ejercicio de mi imaginación.
De ningunísima manera habrá un ente perverso en algún diario local o nacional que se atreva a desplegar este género de argucias.
En lo personal, también tengo muchas sospechas sobre la alianza de fracciones parlamentarias que normalmente se dan hasta con la cubeta.
Recuerdo, hace años, cuando todavía era un ciudadano laboralmente productivo y no un anciano apolillado, que hubo unas elecciones locales particularmente polémicas.
Aunque en tribunales, todas lo son.
Aquella vez tuve la paciencia de seguir las deliberaciones públicas del TEPJF, sólo sobre los reclamos locales.
Eran largos y aburridos, llenos de tecnicismos y referencias legales. Al final, el dictamen.
Así conseguí la información que quería en los términos que necesitaba, sin la adjetivación ni el énfasis de medios y agencias.
Así transmití la información.
Luego me quedé pensando en que el tribunal tomó una decisión en un procedimiento churrigueresco pero acreditado por leyes.
No sé en otros dictámenes, pero en los de aquellas elecciones locales, las leyes interpretadas por el tribunal ignoraron el perjuicio a los electores para imponer el beneficio de algunos candidatos.