México: la erosión del poder

Rogelio Ríos DETONA: No se trata de la buena o mala voluntad política de Claudia Sheinbaum, de si ella es diferente o no a los demás morenistas o de si está o no obnubilada por la ideología.
El nombre del juego es poder.
  • Lo tienes o no lo tienes.
  • Lo usas bien o lo desperdicias en infiernitos.
  • Te salva la vida o te destruye. 

El dilema de Claudia es que su proyecto ideológico de país no tiene sustento en la realidad:

En México no hay la cohesión social, la capacidad económica ni la solidez institucional sobre las cuales construir una “patria socialista”, es decir, un país cerrado al exterior, estatista y con un credo político homogéneo. 

No hay solidez ni siquiera al interior de Morena misma, en donde conviven todo tipo de “tribus”, banderas ideológicas, moderados, radicales y fanáticos dedicados a fastidiarse unos a otros ad nauseam.

Una mirada cruda a México nos revela que al menos un tercio de la población, por ejemplo, los 40 millones de mexicanos que se abstuvieron de votar en la elección de 2024, son apolíticos por ignorancia, apatía o por lo que usted quiera. 

Los niveles de analfabetismo son elevados y el sistema educativo nacional no responde a las necesidades de personas instruidas y educadas, con habilidades intelectuales y físicas y formadas en valores democráticos que den sustento a una sociedad madura. 

La pérdida del  interés por la democracia y los valores y libertades políticas es constante en México, por cualquier medida que usted prefiera.

  • ¿Cómo construir un gobierno fuerte con una sociedad débil?
  • ¿De qué manera se puede proyectar fuerza al exterior del país si en lo interior somos débiles y estamos divididos? 

Peor aún, ¿cómo salvar a México de su desintegración social y política si quienes gobiernan en Morena lo hacen a través de la destrucción de la democracia, sus valores e instituciones?  

El maestro José Woldenberg ha denominado “frágil democracia” a nuestro sistema político que, después de al menos tres décadas de transición a una etapa política superior, se vio atajado por la llegada de Morena al poder y el inicio de la regresión política.

En una de sus acepciones en el Diccionario de la Real Academia Española, se define la palabra regresión como un “retroceso a estados psicológicos o formas de conducta propios de etapas anteriores, a causa de tensiones o conflictos no resueltos”

Al decretar teatralmente López Obrador “el fin del neoliberalismo” en su toma de poder (el 1 de diciembre de 2018), exhibió no sólo un ardid político, sino los resortes de su personalidad en la que abrevan tensiones y conflictos no resueltos. 

Por tanto, la transformación buscada por los morenistas, antes que perseguir etapas superiores, se dirige hacia etapas inferiores, periodos de la vida política mexicana ya superados en donde el presidencialismo (nuestra forma peculiar de autoritarismo) había sido una de las principales lacras. 

La continuidad de Claudia, orientada ideológicamente en el mismo sentido que López Obrador, sigue el camino de la regresión mediante la destrucción de los avances políticos de al menos tres décadas de transición política mexicana. 

¿Qué vendrá después de consumada (con Claudia o con su sucesor) la regresión morenista? 

No lo sé de cierto, pero en el camino hacia ese horizonte regresivo perdemos poder aceleradamente en México para enfrentar los desafíos del exterior: los que provienen de Estados Unidos y los que se derivan de los retos globales, como el cambio climático o el peligro de un conflicto nuclear. 

No puede haber consenso nacional si el poder -ejercido desde la Presidencia y las cámaras legislativas- se ejerce como imposición de una sola voluntad política hacia el resto de la población. 

No puede existir una Presidencia fuerte si no hay diálogo con la oposición, ni disposición a escuchar a todos los sectores sociales, aceptar sus reclamos y corregir el rumbo.

Morena nunca pierde, y cuando pierde arrebata, diría yo parafraseando el dicho mexicano. 

Pero Morena siempre pierde porque arrebata.

Poco a poco, la captura y destrucción de las instituciones y órganos del gobierno nacional lo vuelve más y más ineficiente, es decir, incapaz de sostener la gobernabilidad. 

Poco a poco, las decisiones presidenciales “en defensa de la soberanía” minan al país entero, lo sacan del rumbo del TMEC y la integración con América del Norte y debilitan hacia el exterior al gobierno de Sheinbaum. 

Vaya paradoja: mientras más intentan hacerse del poder absoluto los morenistas, más lo pierden al debilitar al país entero.

Es un juego de perder-perder de una adicción destructiva. 

No espero gran cosa de las negociaciones que el gobierno de Claudia enfrenta con Estados Unidos, ni en seguridad ni en materia comercial y económica. 

Como a los ucranianos, el presidente Trump solamente les dictará a los mexicanos los términos de su rendición. 

Lo dicho: el nombre del juego es poder.
Lo tienes o no lo tienes.
Te salva o te destruye.
Rogelio Ríos Herrán

Egresado de la Licenciatura en Relaciones Internacionales por El Colegio de México (1981)  y desde 1994 se ligó a los medios de comunicación como comentarista y productor en Radio Nuevo León y la televisión pública y colaborador y columnista en periódicos en Nuevo León y Arizona y Georgia, en Estados Unidos. Durante más de 18 años se desempeñó como editor de opinión en el periódico El Norte (Grupo Reforma), en donde además durante 15 años fue un editorialista regular con análisis sobre coyuntura de política internacional, Estados Unidos y asuntos mexicanos. Desde 2019 y hasta 2021 colaboró en Grupo Visión de Atlanta, Georgia, y condujo el programa radial Un Café Con Atlanta.