¿Por qué Morena destruye y no construye?
Más allá de Sheinbaum y su decepcionante impacto en la conducción política del país, hay que preguntarse lo siguiente:
¿Qué pretende hacer Morena con las instituciones públicas y el régimen de gobierno en México?
Nadie votó por destruir lo hecho después de al menos tres décadas de transición a la democracia.
En Morena se atribuyen un mandato de destrucción que nunca existió en las urnas, en las cuales se votó por la renovación del gobierno, no por la demolición de sus instituciones.
El asalto al Estado mexicano que Morena hace día a día no tiene legitimidad alguna: los votos dan representación y formalidad al nuevo gobierno; la legitimidad se alcanza con el buen desempeño en el gobierno.
No alcanzó a llevar el conteo de cada acción de los poderes ejecutivo y legislativo, no sólo en contra del poder judicial, sino que afectan severamente a la administración pública federal.
El fervor nihilista de Morena no repara en que, al mutilar al Estado y la Constitución, se está dañando a su gobierno de manera irreversible.
Si en los seis años de gestión de López Obrador la “austeridad republicana” casi paralizó al gobierno federal y lo sumió en bajos niveles de eficiencia, lo que hoy observamos bajo el ciclo de Sheinbaum me parece inexplicable.
- ¿No percibe Claudia las consecuencias de lo que hace su partido Morena?
- ¿O participa ella consciente y deliberadamente en la destrucción institucional?
Tal vez no es el Ejecutivo la fuente del poder que impulsa a Morena, por lo que en Palacio nacional sólo se limitan a sobrellevar las cosas lo mejor que pueden.
Me detendré nada más en un aspecto de la ola destructora morenista.
Una de las peores locuras que Morena está poniendo en marcha es la de la “supremacía constitucional”, tesis según la cual la Constitución mexicana (la morenista, claro está) no se somete a la legislación de los tratados internacionales de los que México es parte.