Quiero confesarme
Cuando era niña estudié en un colegio católico, pertenecí al coro de la iglesia del Rosario, estuve en valores, liturgia y no conforme con eso, junto con mi amiga Diana Valero, fundamos un grupo llamado Misiones y comenzamos a compartir la palabra, en los barrios marginados de Monterrey, esos que pintaron de colores en la administración de Adrián de la Garza.
En esa época tan católica de mi vida, solo sabía del nuevo testamento; conocía la etapa de la reconciliación, es decir, el lado bonito de la historia; me sabía muchas parábolas y oraciones que se repiten de memoria.
La cuestión es que al adentrarme en la religión decidí leer la Biblia desde el principio y me encontré con un primer mensaje que me decía:
"Tu marido te dominará, ´Génesis, 3;16", y luego otro texto que señalaba a la mujer como la culpable de todo el desastre de la humanidad, especialmente de que “los hombres trabajen”. Carta de San Pablo a Timoteo 2:11-15.
LOS HOMBRES SON SOLO POLVO Y SABEN A SAL
Entonces continué mi lectura y me di cuenta de que los hombres son polvo, solo polvo, por eso saben a sal y por eso se van con el viento… pero nosotras, solo somos parte de la costilla de Adán.
Cada capítulo y versículo para mí era una sorpresa, ahora descubría que las mujeres no teníamos juicio ni cabalidad, en Eclesiastés, 7:28.
Después supe que por dar a luz, ya éramos impuras y si se trataba de una niña, éramos doblemente impuras; Levítico, 12: 1-5.
El de Deuteronomio 25:11-12 de plano mejor búsquenlo porque me da pena decirles.
Luego resultó que iban a matar a todas las mujeres y niños, menos a “las vírgenes” y finalmente salió una carta de Pablo a los Corintios, 14:34 que decía:
"Que las mujeres guarden silencio en las reuniones; no les está pues, permitido hablar, sino que deben mostrarse recatadas, como manda la ley. Y si quieren aprender algo, que pregunten en casa a sus maridos, pues no es decoroso que la mujer hable en la asamblea."