Reflexionando y Cazando

Emiliano Calvert DETONA: Este fin de semana practiqué una de las tradiciones que llevo en la sangre desde hace más de 18 años: la cacería.

Más que un deporte o un pasatiempo, esta actividad es un legado de mi padre, un ritual que une la adrenalina con la introspección, los disparos con los abrazos, y los amaneceres helados con platicas que calientan el alma.

La cacería en mi familia tiene múltiples dimensiones. 

Por un lado, es un evento personal que coincide, no casualmente, con esa época del año en la que uno se sienta a cuestionarse todo: 

  • ¿Qué he hecho?
  • ¿Qué quiero hacer?
  • ¿Y por qué sigo despierto a las 5:30 a.m. a -3 °C con una taza de café que podría revivir a un muerto?

Por otro lado, es un espacio comunitario, una excusa perfecta para convivir con los nuestros, en un entorno donde la mayoría del tiempo no hay Wi-Fi, pero sí demasiadas oportunidades para filosofar mientras vigilamos el monte.

He de confesar que la cacería ha evolucionado, como todo en la vida.

A mis 10 años, el verdadero reto era quedarme quieto en un espacio de un metro cuadrado sin quejarme de frío o aburrimiento.

Por aquel entonces, los ranchos eran más "prácticos" (por no decir precarios): techos opcionales, baños cuestionables, y el único lujo era un gran abrazo de mi padre bajo una cobija que podría haber pasado como el abrigo de un oso de Arteaga.

Hoy en día, gracias a la vida y al esfuerzo, los escenarios han cambiado.

Los ranchos que visitamos cuentan con camas cómodas, calefacción y menús dignos de un restaurante cinco estrellas. Incluso hay pantallas para no perder los partidos de la NFL, porque no hay tradición que sobreviva sin un poco de modernidad.

Pero no se equivoquen: esto no trata de opulencia, sino de cómo las tradiciones crecen y maduran al ritmo de sus participantes.

En estas casi dos décadas, he visto a mis hermanos unirse a la tradición y enfrentarla a su manera. 

Algunos desarrollaron paciencia; otros, puntería, y uno que otro simplemente desistió después de un encuentro demasiado emotivo con una venada.

Mi hermana menor, por ejemplo, tiene temple y precisión dignos de admiración, aunque no puedo resistirme a recordar cómo, hace unos años, se quedaba dormida en el espiadero con sus pequeños lentes rosas de Dora la Exploradora. 

Hoy, verla tomar su lugar como cazadora me llena de orgullo (y un poco de nostalgia).

Mi padre y mi hermano, en cambio, son un caso aparte.

Ambos tienen una paciencia y perseverancia que envidio, pero su puntería… digamos que, si dependiera de ellos, no habría tradición de cacería, sino de simple contemplación. 

Es fascinante ver cómo un objetivo tan claro puede convertirse en un desafío serio para ellos.

Al menos nos regalan momentos de humor que se convierten en historias familiares invaluables.

Este año, la cacería adquirió un nuevo matiz. 

Llevé a mi pareja por primera vez, y ese simple hecho me hizo darme cuenta de algo crucial: ya no soy el aprendiz. 

Por primera vez, fui yo quien explicó, enseñó y compartió.

Y mientras me reía de sus reacciones, preguntas y buenas charlas, me sorprendí disfrutando esta nueva dinámica, donde el maestro aprende tanto como el alumno.

Y aquí es donde quiero agradecer especialmente a mi programa de 12 pasos. 

Antes de llegar a él, esta tradición era muy distinta. 

La impaciencia, la necesidad de control y mi lucha constante contra la calma convertían este ritual en una carga más que en un regalo. 

Hoy, gracias a este hermoso programa que Dios puso en mi vida, he aprendido a vivir un día a la vez, a soltar el control y a disfrutar plenamente de momentos como estos. 

La cacería, con su silencio, su frío y su conexión con la naturaleza, se ha convertido en un reflejo perfecto de las lecciones que aprendo en cada paso: paciencia, serenidad, gratitud y humildad.

Gracias a este programa, los silencios ya no son incómodos, sino necesarios.

La irritabilidad y la intranquilidad han sido reemplazadas por una paz que me permite ver la belleza en lo sencillo: un amanecer helado, una conversación profunda, o simplemente compartir tiempo con mi papa, ese hombre que nunca deja de enseñarme y sorprenderme con su capacidad de reír y vivir con pasión, mi hermana menor que la quiero con todo mi corazón y mi pareja que me encanta pasar momentos de calidad con ella.

Hoy, entiendo que esta tradición no es solo un deporte o una afición. 

Es un espacio donde Dios me permite conectarme con los demás y conmigo mismo, un lugar donde las lecciones del programa se ponen en práctica de formas inesperadas, y donde cada disparo, cada abrazo y cada risa se convierten en un recordatorio de que la vida, como la cacería, es un día a la vez.

Emiliano Calvert

Motivated LAE with 6 years of experience in comprehensive industrial waste management, and 1 year in Health care industry. Focused on creating, motivating, and developing results-driven teams, capable of analyzing problems and turning them into opportunities. Dedicated to systematizing through processes and methods to ensure the sustainability of results.
Alivia Operations Analyst
•⁠  ⁠Manage the behaviors of each disease to achieve the necessary supplies of medication.
•⁠  ⁠Investigate systems on the market for information management and improve decision making.
•⁠  ⁠Analyze times and movements of each of the clinics in the country and streamline logistics, inventories and purchases.