Verdad o reto: ¿un juego de niños?
Prometo solemnemente retar los dogmas, el statu quo.
María Fernanda García Sada
El famoso juego de la botella nunca fue divertimento, por lo menos, no para mí. En la actualidad y extrapolado a la adultez, sin importar la opción elegida, verdad o reto, parecería encausarnos a recibir una pena. La verdad duele y la palabra “reto” sería mejor sustituirla por desgracia.
En el clásico juego de niños, el reto siempre termina en condena.
Cuando era adolescente el castigo era develar el nombre del chico que me gustaba o comprar y pagar con mi domingo el refill de goodies para los participantes. ¡Eso era lo menos peor! Con frecuencia, el reto consistía en hacer una travesura: molestar a los vecinos al timbrarles y desaparecer; provocar al tirar huevos a los autos (bonus si era contra una patrulla de policía), desde un escondite o propiedad privada, obviamente; o ejecutar algo peligroso: tirarse del techo desde el segundo o tercer piso a una alberca.
Ninguna de las opciones me gustaba, a menudo terminaba decepcionando a todos porque salía del juego cuando se ponía denso y heavy; no obstante, la mejor opción era decir veracidades por más difíciles o vergonzosas que fueran (claro, sin traicionar mi derecho a la privacidad). A veces me salvaba, seguía jugando y el incómodo turno le tocaba al siguiente participante.
En casi todo el mundo, apostar por la verdad ha dejado de ser la premisa. La consecuencia de pronunciarla inclina a desconocer la certidumbre y pasa al lado oscuro, al malévolo. Comienza a borrarse la línea entre el bien y el mal. La vileza se propaga con el propósito de corromper, dominar y lucrar sin escrúpulos.
Me consuela saber que somos muchos buenos, más que los infames, depravados, psicópatas y satánicos regados por doquier. Las voces de los bondadosos comienzan a levantarse: basta con entrar a Twitter donde se habla de realidades, problemas y temas serios que nos aquejan a toda la humanidad; la censura en esta plataforma social tiende a desaparecer con la reciente compra billonaria de Elon Musk.
En cambio, se dice que Threads de Mark Zuckerberg es un espacio copiado, curado, maquillado, estético, censurado, enmascarado, de apariencias—nada más alejado de la realidad, de la perfección.
Siempre me han gustado los relatos con moraleja y mensaje, por eso los escribo. El traje nuevo del emperador, cuento clásico escrito por Hans Christian Andersen, revela, a través de un niño, que la verdad es simple, certera, veraz; carece de artificios, vanidad, temor, oscuridad e irracionalidad.
La trama principal del cuento diferencia la verdad de la mentira con la vanidad como el anzuelo.
Contempla el engaño de un rey, su séquito y el pueblo entero por charlatanes, quienes se hacen pasar por habilidosos sastres. Éstos confeccionan aire, supuestas ropas magníficas con hilos reales de seda y oro suministrados por los encargados del rey. Para acabarla de amolar, se roban los preciosos materiales.
Los farsantes advierten que, quienes no puedan ver las telas significa que son estúpidos o que están discapacitados para ejercer su puesto. Nadie desea parecer tonto o incapaz (incluso el rey), por lo tanto, todos admiten que las túnicas muestran hermosos colores y diseños, aunque nadie ve nada porque dichas ropas son invisibles. La realidad es que no existen.
En la procesión, un niño inocente señala que el emperador está desnudo. El pueblo, el séquito y el rey se percatan de su error cuando ya es demasiado tarde. Para no perder figura, el monarca guarda las apariencias hasta el final, paga la consecuencia del engaño y de su vanidad: culmina en el desprestigio.
El cuento señala que, aunque la mayoría sostenga una creencia, ambas (la creencia y la mayoría) pueden estar equivocadas como se da en el comportamiento de rebaño.
“La mitad de la verdad es frecuentemente una gran mentira”, aseveró Benjamín Franklin cuando habló sobre sus características.
Es creencia popular que sólo los borrachos y los niños dicen verdades. Los primeros se desinhiben, les vale, la inconciencia triunfa sobre la vergüenza.
Los segundos son más vulnerables por su inocencia: carecen de malicia. Dicen verdades (imprudencias que ofenden). A veces no saben lo que vociferan, no miden las consecuencias que sus palabras pueden acarrear, así sean negativas porque hablan de sentimientos, siempre efímeros.
Pinocho no puede ser un niño real hasta que aprende a serlo a través de la responsabilidad de ser auténtico. Lo real es innegable; los demás enunciados son propuestas, teorías elusivas o desbancadas porque las caracterizan sentimientos, subjetividades, perspectivas, mutabilidad, ignorancia, intereses y corrupción. Cito ejemplos como el debate del adecuado tipo de alimentación, la vacunación, el mejor sistema político, socioeconómico, etcétera. ¿A quién hacerle caso?
Algunas teorías y discursos totalmente equivocados (comprobados por la valentía de unos cuantos y el tiempo), caracterizados como manipulaciones o engaños totales son los tóxicos de los fármacos, fumar, las drogas (todas) and so on. ¿Recuerdan que decían que fumar no hacía daño? Muchos defienden el consumo de mariguana cuando causa psicosis, paranoia y esquizofrenia.
Hay que indagar hasta encontrar la verdad (o lo más cercano a ella) con fuentes fidedignas y expertos no comprados o comprometidos.
Actualmente, decir una verdad irrefutable es un acto de valentía. Pronunciarla es considerada un acto violento: “¿Cómo te atreves a cuestionar?”, preguntan. Aunque esto es sano, a menudo desata un debate incómodo y enfadoso—la inevitable guerra entre las partes.
Un dicho anónimo advierte que “en una época de engaño, decir la verdad es un acto revolucionario”. En consecuencia, la persona u organización es castigada injustamente con rechazo, discurso de odio, una multa, o peor—con la cárcel o la muerte. Un ejemplo pasado es la cacería de brujas, la Santa Inquisición. ¿Cuántos inocentes murieron?
Siglos después parecería que no hemos evolucionado. Observen lo que pasa en el mundo: polarización y disturbios por manipulaciones de partidos, medios de comunicación y compañías multinacionales, campesinos y ganaderos son despojados de sus tierras, las cuentas de banco son congeladas a manifestantes, los padres de familia son encarcelados por defender a sus hijos, el tráfico de drogas, de niños, de órganos y la esclavitud de personas se hace en lo oscurito, con engaños. La lista sigue. Todo esto empeora con la inteligencia artificial, sus creadores ya lo advirtieron.
Pero, ¿desde cuándo los patos les tiran a las escopetas? Somos más los buenos que los malos y no deberíamos de permitir las atrocidades que se están cometiendo. En nosotros radica el poder.
La mentira trae consecuencias desastrosas, mortíferas, con frecuencia, irreversibles: es salir desnudo, como el emperador, cavar una tumba de desprestigio y morir en ella.
Hoy en día parecería que defender la verdad es esperar a ser crucificados, un acto enteramente heroico. La magnanimidad nos está costando, pero es un deber necesario. “Todas las grandes verdades comienzan como blasfemias”, advirtió el escritor George Bernard Shaw. No se dejen disuadir por los malvados.
La verdad empodera.
Para no ser pesimista y levantar los ánimos, completo este análisis con una reflexión de Albert Einstein: “si tu intención es describir la verdad, hazlo con sencillez y la elegancia déjasela al sastre”.
Queridos lectores: hagámosle caso a uno de los hombres más inteligentes de la historia: pronúnciense tal cual, sin censura, sin prepotencia, sin ira, pero con responsabilidad: digan verdades fundamentadas.
Sean todos ustedes políticamente incorrectos cuando la realidad sea irrefutable porque se encuentra en peligro de extinción.
La mentira carece de contenido; es frágil, falsa y ciega; desnuda hasta al mandatario y a su séquito, “protegidos” por la corrupción de un Estado que nos pertenece.
Fortalezcamos a la sociedad a través de la verdad, que, además de ser un compromiso ciudadano, de cualquier manera, saldrá a la luz, vencerá y traerá beneficios para todos—el más importante, la sobrevivencia de las especies.
No quise profundizar en la filosofía para definir qué es la verdad y cómo encontrarla porque nunca terminaría. Es compleja, tema de otro artículo. Sin embargo, comparto un video corto y sencillo sobre esta gran virtud que deberíamos de defender con la vida. Espero que amplíe su juicio y desvele su mente.