¡Y chino que fuese!
Dentro de la picaresca política de los coahuilenses, se cuenta la siguiente anécdota:
En vísperas de la sucesión presidencial de Ávila Camacho, el enviado del PRI de la Ciudad de México se apersonó en el estado de Coahuila, para dar a conocer la buena nueva de quien sería el candidato a la presidencia de la república.
Estando el delegado ante los presidentes municipales de Coahuila, uno de ellos se acercó para estar más cerca del delegado cuando éste exclamó que el candidato era alemán, a lo que el presidente municipal con voz fuerte y estentórea, dijo: "Lic, estamos con el partido y chino que fuese, también sería nuestro candidato".
En cualquier sistema político, los mecanismos de transmisión o cesión del poder son fundamentales para garantizar su permanencia, continuación y estabilidad, en regímenes cuya institución principal se personifica y encarna en un solo individuo, tal es el caso de México, donde el ejercicio del poder se ha organizado en un sistema eminentemente presidencialista.
Las razones y causas de la decisión unipersonal de decidir al sucesor son porque el presidente de la República es el centro de las redes del poder y el origen de las decisiones políticas fundamentales; sus funciones y atribuciones son metaconstitucionales, rebasan con mucho las de cualquier otra instancia, tanto las definidas en la Constitución como las que la práctica política ha generado y consolidado.
De ahí que la transición de un Presidente a otro suponga para el sistema en su conjunto, es una verdadera demostración de fuerza y estabilidad.
El Presidente tiene un papel predominante, subordinando, sometiendo o doblegando al Legislativo y el Judicial.
Tiene el poder de nombrar y remover a titulares de secretarías de estado, empresas de gobierno y demás dependencias auxiliares del Poder ejecutivo lo que le permite al Presidente una injerencia directa y lo convierte en quien decide a quien nombra para todos los actos y posiciones de gobierno, lo que manifiesta que es responsable de prácticamente todas las acciones de la administración pública.
¿Cuáles son los alcances de un presidente?
Extraordinarios en cierto modo: nombra y protege, concede, coarta o facilita la corrupción, es la medida de toda carrera política, les da el tono a los estilos de su sexenio. Aunque las metas alcanzadas sean muy cortas, mínimas las en el terreno de las transformaciones fundamentales.
El presidencialismo es la teoría y acción de la desmesura y el mito (ya muy real) de lo que el presidencialismo tiene en la sucesión y que puede ser considerada como un ritual político en el que, reflejando el espacio en el que se ejerce efectivamente el poder, se ha construido un espejo de prácticas simbólicas, de formalismos y eventos estereotipados que a través de la ritualización institucionalizan y vuelven legítima lo que de otra manera seria tan sólo una determinación de un solo hombre que le impone a la sociedad.
Varios son los usufructos y ventajas del presidencialismo, ya que esta institución ha obtenido del ejercicio real de la dirección del partido; el primero y fundamental es la posibilidad de que el presidente designe a su sucesor y pueda legitimar su decisión utilizando el aparato partidista. Utilizando las mayorías en las cámaras de diputados y senadores, que además le permite disponer de la estructura de movilización y control político y social del partido, que le ha garantiza la legitimidad y el consenso de la designación.
La sucesión se da en dos fases:
La primera
Comprende el periodo anterior a la designación pública del sucesor y la que se inicia en ese momento es esencialmente un juego cerrado a unos cuantos, fase que es fundamentalmente un amplio proceso de lucha los candidatos donde se muestran que son fieles continuadores del proceso de transformación del presidente y dan a conocer cuáles son sus intereses políticos, económicos e ideológicos que tienen como común denominador el propósito de mostrar disciplina y lealtad al Presidente para estar en condiciones de acceder y/o permanecer en los aparatos del poder y que se manifiesta simbólicamente como someterse al proceso de selección y designación por Presidente.
La segunda
Concluye con el "destape" o “descorche” se juega predominantemente con las cartas, abiertas, ambas se sitúan en la ambivalencia del doble movimiento de decisión y legitimación, disciplina y lealtad que permea a todo el proceso.
Hay expectativas de que una de las corcholatas al no ser favorecida con la designación, inicie una ruptura con Morena, de acuerdo con la historia las rupturas y escisiones que puedan poner en peligro la continuidad y estabilidad de la sucesión de un régimen populista en el poder, se han dado, pero han tenido un impacto relativo ya que, en la práctica del juego político, éstas han mostrado que de las escisiones y rupturas no han sido exitosas.
En fin, consideramos adecuado lo expresado Abner Cohen que:
“Un régimen puede conseguir el poder y mantenerse durante algún tiempo simplemente por la fuerza, la estabilidad y continuidad se logran principalmente a través del simbolismo de autoridad que el régimen maneja”.